Sunday, March 10, 2013

EL MUSEO PROVINCIAL EMILIO BACARDÍ MOREAU: UN LABERINTO DE TESOROS DESCONOCIDOS

EL MUSEO PROVINCIAL EMILIO BACARDÍ MOREAU: UN LABERINTO DE TESOROS DESCONOCIDOS

THE PROVINCIAL MUSEUM EMILIO BACARDI MOREAU: A LABYRINTH TO UNKNOWN TREASURES

Autor:
Yuniel Calzadilla-Cruz, Licenciado en Historia del Arte.
Profesor-investigador del Centro de Estudios Cuba-Caribe "Dr. José Antonio Portuondo". Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. Cuba.

RESUMEN

Se hace un análisis histórico de la génesis y desarrollo del Museo Provincial Emilio Bacardí Moreau, en Santiago de Cuba; asimismo, se realizan varias valoraciones críticas en torno a las obras de arte que contiene el museo. Este análisis comprende el archivo, las piezas existentes en el depósito, las colecciones, así como su funcionalidad.
Palabras clave: Museo, documentos, depósitos, obras de arte, Emilio Bacardí.

ABSTRACT

A historical analysis is made on the genesis and development of the Provincial Museum Emilio Bacardi Moreau, in Santiago de Cuba. Several critical assessments of the works of art found in the museum are also made. This analysis includes the archives, the existing pieces in storage; collections and their functionality.
Key words: Museum, storage, works of art, Emilio Bacardi

INTRODUCCIÓN


Emilio Bacardi around age 30
Emilio Bacardi alrededor de la
edad de 30
 El 12 de febrero de 1899, gracias a la iniciativa del alcalde de la ciudad de Santiago de Cuba, Don Emilio Bacardí Moreau[1], se funda el Museo-Biblioteca Provincial, el primero instituido en Cuba. Dicho empeño coloca a la urbe en una posición destacada en relación con la cultura. El coleccionismo privado y oficial era visto como sinónimo de progreso intelectual y de desarrollo, como un elemento que aludía a distinción de clase y poder sobre un bien que tenía la cualidad de significar dinero que se reproducía con el tiempo, sin que mediaran los principios del mercado tradicional.
El proyecto inicial presentó una estructura que cumplía con el fin de museo-biblioteca, de esta manera se satisfacían, al mismo tiempo, dos grandes intereses: el expositivo y el didáctico/científico. El museo se enriquecía con piezas, donativos de obras, que eran visitados por el público, con lo cual se cumplía el principio de promoción y divulgación del acervo que se iba recopilando. La biblioteca daba un servicio encaminado a compensar las necesidades de investigación y conocimiento de los interesados. Ambas misiones contribuían al desarrollo cultural de la ciudad, que a fin de cuentas era el objetivo perseguido por Don Emilio 
Elvira Cape de Bacardi
Bacardí, su ilustre esposa Elvira Cape Lombard [2] y otros destacados intelectuales de la ciudad.
En sus inicios fue ubicado en la casa situada en la calle Santo Tomás, № 25 y 27. En 1900 se traslada para la calle San Francisco №13 altos, y luego, en el año 1903, para Enramadas № 26 bajos. Su primer director fue el acuarelista santiaguero Don José Bofill Cayol, quien se mantuvo en el cargo 44 años de su extensa vida.
El 15 de septiembre de 1922 se crea el Comité Pro Museo en una reunión convocada por el Sr. Federico Pérez Carbó y el Dr. Juan María Ravelo, con el objetivo de iniciar una labor encaminada a realizar una obra que estuviese dedicada a perpetuar la memoria de Don Emilio Bacardí. Aceptándose la idea propuesta por el Dr. Ravelo, después de haber publicado su artículo Homenaje a Bacardí, comienzan las labores en torno a la construcción del actual edificio. Este Comité estuvo presidido por la viuda, Doña Elvira Cape, e integrado por personalidades de la ciudad.
Creyendo necesario un local adecuado para la preservación de las colecciones, Doña Elvira Cape hizo las gestiones para un nuevo edificio. Le cederían el terreno en el que se encontraba el Cuartel Dolores y el Convento de San Francisco, que ya habían sido demolidos. La edificación del inmueble, que es donde radica hoy el museo, estuvo a cargo del afamado arquitecto santiaguero Carlos Segrera Fernández. Su construcción duró desde 1922 hasta 1927.
El 20 de mayo de 1928, Elvira Cape Lombard inaugura oficialmente el edificio. En la apertura estuvieron presentes diferentes personalidades de la región y del país. Desde ese día adquiere el título de museo municipal y desde entonces se ha mantenido con el nombre de una de las figuras insignes de la cultura y el desarrollo santiagueros. Hay que aclarar que obtiene la condición de museo provincial después del triunfo de la Revolución Cubana.
Actualmente ostenta la categoría Especial, por la naturaleza y la diversidad de sus colecciones. El museo tiene en existencia objetos y documentos de valor excepcional en sus diferentes salas; entre las piezas más valiosas están las pertenencias de algunos de los generales de las gestas independentistas, de José Martí, Carlos Manuel de Céspedes y de muchos otros patriotas.

Sus colecciones del Oriente, traídas con el mayor cuidado entre Emilio Bacardí y su esposa, figuran como atractivo de todo el que visita la institución. La momia egipcia, la variedad de cuchillos, sables y dagas nos acercan a esas milenarias culturas que en aquel momento eran prácticamente desconocidas en Cuba, sobre todo sus aportaciones artísticas y culturales. En el apartado de artes plásticas atesora objetos de las culturas prehispánicas y una colección de pinturas europeas procedentes del Museo del Prado, en Madrid.

El museo posee un extenso fondo de más de 23 mil bienes patrimoniales, entre los que se destacan documentos y manuscritos, reliquias históricas de carácter patriótico, partituras musicales, colecciones numismáticas, antigüedades curiosas, obras decorativas y de la plástica, así como objetos personales de figuras ilustres. Este acervo está organizado por temáticas en las diferentes salas.
La inauguración del Museo-Biblioteca en el lugar que ocupa actualmente fue, sin lugar a dudas, un momento importante para que se dieran cambios rotundos en los lineamientos y perspectivas del museo y de la biblioteca, que comenzarían a ser cumplidos de inmediato.

La Biblioteca Municipal Elvira Cape de Bacardí organizó sus fondos a partir de las donaciones realizadas por los intelectuales y el pueblo en general. En el período pseudorepublicano tuvo varios directivos, entre los que se destacan Pedro E. Wasmer Arnoz, Manuel A. Barrera y García, el Capitán Manuel Ferrer Cuevas, veterano de la Guerra de Independencia; Rafael Argilagos y Loret de Mola y Francisco Lara. Manuel A. Barrera y García tuvo una significación especial como intelectual de la ciudad porque, amén de ser autor de varias obras y artículos, fue quien, a petición de Doña Elvira, concluyó el tomo 10 de las Crónicas de Santiago de Cuba, escritas por Bacardí.

Los fines que perseguían estos intelectuales eran, entre otros:
· Crear una biblioteca circulante para préstamos de libros y organización de lecturas populares en cada barrio de la ciudad.
· Procurar un presupuesto municipal adecuado y publicar una revista propia.
· Crear con urgencia el Catálogo de la biblioteca, así como la carrera de bibliotecario, archivero y conservador de museos.
El interés y amor por los libros, considerados un bien patrimonial del dueño y de la familia, así como las acciones o actividades vinculadas con su reproducción y promoción se habían desarrollado en el período colonial, aunque de forma espontánea y debido a intereses y motivaciones más personales.
En una de las investigaciones más recientes, concebida a partir del estudio de documentos de archivos, fundamentalmente de fondos eclesiásticos, se hace referencia a la importancia dada desde fines del siglo XVIII a la tenencia de libros. La autora de dicha investigación, Bárbara Argüelles Almenares, selecciona algunos ejemplos que ilustran esta situación, y que se conocen como antecedentes de ese afán de comprar y coleccionar libros como fuente de conocimiento. Existen dos ejemplos en dicha investigación: el testamento de Don Miguel Antonio Serrano, de 1779, y el de Nicolás Gabriel Díaz, dictado en 1783.
Esta institución es, desde su fundación, difusora de cultura. Su objetivo ha sido enseñar a la sociedad el valor y las aportaciones de la cultura general y la de Cuba en particular, crear y desarrollar sentimientos y valores relacionados con la patria, con la identidad nacional y, de alguna manera, su empeño en exponer el acervo de otras naciones; con lo cual también ha contribuido a apreciar los valores de otras culturas y a respetar sus peculiaridades, aspiraciones que se erigen cimiento del humanismo. En estos momentos cuenta con la segunda colección de importancia de la isla, después de la del Museo Nacional de Bellas Artes.
La Comisión Nacional de Monumentos, por la Resolución No. 3 del 10 de octubre de 1978, declaró en 1999 a la Institución como Monumento Nacional.
Actualmente el museo tiene dos misiones fundamentales, aunque no únicas: la custodia y exposición de parte de su acervo, así como su conservación. Otro de sus objetivos es la labor promocional a través de disímiles actividades, que los especialistas organizan para satisfacer las necesidades y demandas de la sociedad. En ocasiones, el museo organiza exposiciones transitorias relacionadas con diferentes temáticas, fundamentalmente de los artistas de la plástica santiaguera. Su equipo de especialistas y trabajadores se involucra en actividades preparadas por otras instituciones, como eventos, talleres, debates teóricos, etc.
Dentro del patrimonio que se conserva en el museo, adquieren un atractivo fundamental aquellos que no forman parte de la exposición permanente, dígase los documentos de archivo y las piezas en depósito. Estos bienes aún esperan por una adecuada revisión, catalogación y explotación científica de su valor; asimismo, muchos deben ser sometidos a una urgente restauración que les garantice el alargamiento de su vida útil, e incluso la posibilidad de ser expuestos en algún momento, sobre todo aquellas piezas de las artes plásticas y decorativas, así como documentos, que poseen un valor excepcional para la historia nacional.
A pesar de que los sucesivos directivos que ha tenido el museo después del triunfo de la Revolución han intentado organizar e inventariar correctamente los documentos y las piezas de depósito, esta labor no ha tenido total éxito. Por mucho tiempo, los interesados han tenido que posponer sus búsquedas, pues no han contado con información actualizada de última hora, que permita el trabajo científico creador y multiplicador del acervo, tal y como se espera de las instituciones de este tipo. Esta limitación ha gravitado negativamente en el avance de los estudios vinculados con la plástica regional y santiaguera, en particular; tarea pendiente de la historia del arte local.
De ahí que la presentación valorativa de los documentos y el trabajo con algunos pintores de talla mayor de finales del siglo XIX y principios del XX, resulta de gran valía como primer paso para completar la información que, en el futuro, podrá integrar un estudio más avanzado y acabado de esta temática. Mérito que se acrecienta para los estudiosos de la especialidad de Historia del Arte, en tanto muchos entrarán en contacto por primera vez con piezas cumbres, que no son conocidas por mantenerse en depósito.
La organización de archivos y documentos patrimoniales conservados por museos, instituciones, etc. se ha convertido en un imponderable de las naciones modernas. Cada vez más la importancia de los documentos es mayor, estos se erigen testigos incuestionables de la historia de la humanidad. Muchas investigaciones modernas reconstruyen situaciones y momentos importantes a partir de la documentación. De ahí el creciente valor de la nueva historia y sus métodos de trabajo menos tradicionales, como forma de acercamiento de la humanidad a la vida y obra de sus predecesores.
El saber aprovechar los documentos de época, que acrecientan su valor con el paso de los años, permite la reconstrucción de algunas aristas del hombre y de un período determinado de su existencia. Estos escritos tienen la cualidad de un valor relativo, ya que lo que en una etapa determinada parece menos importante y no caracterizador de toda la sociedad, puede ser valorado posteriormente como excepcional porque, tal vez en su aparente simplicidad, esconda importantes revelaciones que esclarezcan hechos concretos.
Precisamente ese es un principio que defiende la nueva historia y en especial lo concerniente al estudio de mentalidades, método de investigación científica que admite la reconstrucción de la historia a partir de referentes no tradicionales, valiéndose de informaciones colaterales que permitan análisis objetivos de problemáticas concretas. Con esta premisa se refuerza el valor de los documentos que conserva el Museo Emilio Bacardí.
Los documentos que se encuentran en el archivo del museo presentan diversos estados de conservación, algunos están muy deteriorados, fragmentados o ilegibles; otros están en buen estado. La mayor parte de ellos son manuscritos con la caligrafía de época, lo que a veces dificulta su rápida lectura. Casi siempre aparece la firma del autor, aunque, en algunas ocasiones, no está acompañada del nombre sino del anagrama personal. En estos documentos llama la atención el uso frecuente de papel timbrado, por parte de instituciones, compañías y algunos intelectuales.
Estos documentos son parte del extenso depósito que hoy es patrimonio de la institución. Las demás piezas que se encuentran en el museo son las que complementan, en conjunto con las diferentes exposiciones expuestas en sala, el valioso tesoro latente, que espera por una conservación a la altura del valor que contiene cada una como obra de arte.
Las piezas en depósito tienen una importancia incalculable, por varias razones. Hay que comenzar por las piezas que forman parte del patrimonio del museo, aunque no estén en permanente exhibición y muchas veces el público no las conozca. Completan la historiografía de las artes plásticas tanto local como nacional y permiten el fomento de las investigaciones de autores individuales, con la consecuente conformación de sucesivas monografías, que a su vez ayudarían a procesar íntegramente el panorama plástico de una época. Además, se erigen en testimonio de clases sociales y otros referentes histórico-culturales, en tanto las diferentes temáticas admiten reconstruir un período.
El patrimonio que existe en depósitos o almacenes es de vital importancia para un museo. En los museos más grandes y notables del mundo se les dedica tanta importancia como a las piezas que conforman la colección permanente. Para mantener en buen estado esa colección, que viene siendo 'la otra cara de la moneda', se destinan cuantiosos recursos, entre ellos los que están encaminados a la restauración, que es el medio que garantiza la prolongación de la vida de las piezas, así como el tiempo de especialistas de primer nivel, que no solo trabajan en la recuperación de las obras, sino que validan otros aspectos; por ejemplo, trabajan en el discernimiento de autores, fechas de ejecución, técnica, calidad y materiales de los pigmentos, etc.
Esta ingente labor le devuelve a la obra sus valores estéticos, artísticos y funcionales; las pone en condiciones de ser exhibidas en muestras transitorias dentro o fuera de la institución.
Los valores estéticos de las obras de arte no se pierden, viven permanentemente, sobreviven a su autor y a su época; su estado de deterioro puede ser un discurso nuevo en relación con su propia historia. Ventas, coleccionistas, olvidos, etc. forman parte de la historia de la pieza y, hasta cierto punto, redimensionan su valor. Es, por tanto, obligación de los museos reconstruir la historia de cada pieza y ponerla a disposición del público. De esta manera el arte cumple con su función estética y el museo con su misión de conservar y promover la obra de arte. Estrategia que no siempre se cumple y que ha incidido en el creciente deterioro de piezas de la plástica, de gran valor; pues toda creación artística está a merced de los grandes depredadores: el clima, el tiempo y el hombre.
El museo debe garantizar, de manera estratégica, el contacto del público con las obras de arte, tanto de las colecciones que se encuentran en salas como las de depósito; debe involucrar a otras instituciones y regiones del país, e incluso explorar el ámbito internacional.
Para que una obra de arte cumpla su ciclo funcional, se precisa la participación de sujetos capaces de percibirla y valorarla; estos son los espectadores, que en determinadas circunstancias, pueden acceder a un contexto que favorezca o no esa percepción. Aun cuando nuestra percepción ubique a la obra en un rango que la favorezca o no, esta tendrá sus valores indiscutibles, intrínsecos, que perpetuarán su lugar en la historia del arte. En la medida en que se analice con justeza cada obra, se estará en mejores condiciones de conocer nuestras potencialidades y a nosotros mismos.
No importan las motivaciones iniciales para la creación artística, ni el posible destino de la pieza; sus valores, fundamentalmente el estético, le dan su cualidad fundamental y su existencia independientemente de los discernimientos de su autor o del cliente, a esto Mukarovský le llama 'Valores eternos' (Fabelo, 1977, pp.21-22)
Aunque el valor estético sea una cualidad sine qua nom de la obra, esta se potencia en otros sentidos; pues se convierte en testimonio de una época, lo cual facilita su función cognoscitiva y amplía el criterio gnoseológico del espectador.
Después de un exhaustivo análisis de las obras de los pintores más reconocidos de la ciudad de la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX que se encuentran en depósito en el museo Emilio Bacardí, se puede concluir que estas no han perdido su valor estético y menos su funcionalidad, a pesar del mal estado de conservación en que se encuentran.
(…) el verdadero valor de la obra es mejor apreciado desde la distancia histórica de su creación, cuando su propia perdurabilidad como valor estético permite juzgar más objetivamente y de manera menos pasional su impacto dentro del desarrollo del arte y compararlo con otras manifestaciones de mayor o menor trascendencia (…) (Fabelo, 1977, p. 18)
El museo tiene el mérito de agrupar obras de diferentes épocas, acopiadas por más de un siglo. Es reservorio, por tanto, de información histórica, social y artística incalculable. Cuestiones relacionadas con los clientes, el mercado, los gustos, exposiciones nacionales y en el extranjero, intercambios, donaciones y regalos, son problemáticas que necesitan una urgente dedicación, lo que tributará a la reconstrucción de los valores regionales.
No se puede dejar de mencionar el valor y la importancia que tienen para la historia de la plástica santiaguera y nacional, las extensas colecciones de artes plásticas que se encuentran tanto en depósito como en salas permanentes. Las obras que están en depósito poseen el mérito de no haberse expuesto, o de haber estado en sala hace muchos años, hasta el punto de que muchos especialistas no las conocen. De ahí que lo que se presente tiene un encanto especial y ratifica el valor de almacén que tiene un museo. Sin embargo, sería mucho más constructivo que pudieran ser expuestas de manera temporal para el consumo amplio del pueblo.
Hoy el museo como institución se erige en uno de los principales coleccionistas de artes y objetos raros y valiosos, que traza la línea del desarrollo de la humanidad. Es también la institución que tiene mayor reconocimiento oficial, gubernamental y público.
En Cuba, como en otras naciones, las obras de arte eran consideradas bienes materiales que competían con otros de naturaleza diferente, pero que, igualmente, podían en determinadas circunstancias significar dinero por su condición comerciable. Es por ello que en el período colonial, sobre todo a mediados del siglo XVIII, se hizo frecuente la donación o la entrega en herencia de obras de arte consideradas de gran valor por el dueño y por el que la recibía.
La labor organizada, coherente de la familia Bacardí en momentos posteriores no fue primaria en cuanto a intención de reconocer el valor de las obras de arte, pero sí en el interés por preparar una gran colección que pudiera ser visitada por el público. Su labor fue más allá del beneficio personal, de las motivaciones del coleccionista privado de poca monta.
Las encomiables acciones llevadas a cabo en este período fueron motivadas, fundamentalmente, por iniciativas personales, por el entusiasmo y posición cívica de hombres de principios, amantes de la cultura, que sabían la envergadura que para la sociedad podían significar sus modestas contribuciones.
Santiago de Cuba se destacó por su amplia producción artística. La república fue heredera de una tradición que venía desde la segunda mitad del siglo XIX y que había estado representada por importantes artistas que marcaron con su personalidad una huella indeleble en la pintura cubana. Algunos de ellos siguieron su labor en el siglo XX, y los nacidos a finales del XIX aprehendieron de sus maestros y lograron así incorporar a sus obras la savia de la contemporaneidad. Algunos especialistas reconocen que la plástica santiaguera de aquellos momentos tenía su propia identidad y una personalidad que la distancia de lo que se hacía en otras zonas, como por ejemplo en la capital. Hubo en el oriente del país un gusto especial por trabajar los temas vinculados a la ciudad y sus paisajes, calles, arquitectura, así como el tema histórico, como un modo de recapitulación o rescate de este legado y constancia de una legítima crónica de la sociedad y sus momentos gloriosos. Se tratan de manera ocasional elementos de la idiosincrasia y los gustos regionales. El retrato fue tema predilecto, dentro de las estipulaciones académicas ser buen artista era ser buen retratista, era para los teóricos y seguidores de la institución el mayor reto de ejecución.
La familia Bacardí realizó un papel fundamental y decisivo en la compilación de obras de arte. Actualmente el museo conserva piezas de mediados siglo XIX y tiene incorporada valiosas producciones de artistas cubanos contemporáneos, lo que demuestra una continuidad en esta labor por parte de los directivos de la institución que sobrevivieron a los fundadores del museo. Los primeros donantes fueron las familias allegadas a Bacardí y Doña Elvira, sin dejar de mencionar a los familiares de los artistas que siempre tuvieron disposición para que se llevara a cabo el proyecto del museo. Figuras destacadas en esta labor fueron el Dr. José Maria Rabelo, Juan Reyes Falcón, Don Ambrosio Grillo y Aurelio Arango.
A pesar de la labor individual de muchos artistas y patrocinadores culturales que colaboraron con el museo, que fue la tónica en las primeras décadas del siglo XX, ya hacia los años cincuenta se percibe un interés por colaborar con el crecimiento de este patrimonio por parte de las instituciones que directamente eran responsables de la formación de los artistas, como la Academia de Artes Plásticas. Esta entidad dona directamente algunas piezas de profesores y alumnos con reconocidos méritos. De esta manera se enriquece el museo con bienes que garantizaban variedad temática y diversas formas de ejecución, ya no se contaba solamente con las donaciones obtenidas antes de la inauguración oficial, sino con otras que de manera sostenida fueron recibiéndose.
No todos los pintores de Santiago de Cuba han corrido la misma suerte en relación con la promoción de sus obras, muchos de ellos esperan por investigadores que develen sus trayectorias y aspectos de interés sobre su formación. Estas limitaciones en el conocimiento básico, necesario para un trabajo de curaduría, han influido en que no se exhiban sus obras en las salas permanentes, ni tampoco se prevean exposiciones transitorias, por lo que se acrecienta la ignorancia sobre una importante parte de la historia de la plástica local. Entre los pintores más conocidos y cuyas obras son dignas de una revisión un poco más profunda están: José Uranio Carbó Fresneda (1820-1902), Federico Martínez Matos (1828-1916); José Joaquín Tejada y Revilla (1867-1943); Rodolfo Hernández Giro (1881-1970); Juan Emilio Hernández Giro (1882-1953); Carlos Ramírez Guerra (1882-1957); Antonio Ferrer Cabello (1914-2006). Todos tienen en común la presencia de importantes obras en depósito, y casi todos, excepto Antonio Ferrer Cabello, que no tiene piezas en sala, tienen trabajos que se pueden encontrar en distintas instituciones de la ciudad.
Sus obras están representadas en la sala permanente de pintores cubanos. Igualmente, algunos han sido objeto de investigación con importantes resultados, los cuales hay que tener en cuenta a la hora de historiar la plástica en Santiago de Cuba. Entre estas investigaciones están la Monografía sobre Federico Fernando Martínez Matos, escrita por Yamilet Urgelles Pérez en calidad de tesis de la Licenciatura de Historia del Arte, aún inédita; la monografía dedicada a la producción plástica del dominicano Luis Desangles Sibilis, escrita por la Lic. Nereida Líate y publicada en el año 1998; así como de otras dedicadas a Antonio Ferrer Cabello, José Joaquín Tejada, Félix Tejada y José Bofill Cayol se han divulgado algunos artículos.

CONCLUSIONES

El Museo Provincial Emilio Bacardí constituye parte del patrimonio y la historia de una ciudad como Santiago de Cuba. Es, sin dudas, una institución que ha crecido profesionalmente en la medida en que han pasado los años. Su interacción con la comunidad ha influido en su desempeño como institución. Los tesoros que guarda y conserva son parte de una labor comenzada por Emilio Bacardí y que aún no termina. Santiago de Cuba se enorgullece y da las gracias a esa familia que tanto aportó al desarrollo de la cultura en la localidad y la nación.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Argüelles Almenares, B. (2005). El testamento de un hombre común: Tadeo Chirino (Tesis de Maestría de Estudios Cubanos y del Caribe), inédita, p 29
Fabelo, J:R. (1977). Análisis de la obra de Jan Mukarovský sobre los valores estéticos y de la semiótica del arte, Tesis No. 39. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.
[1] Notable y respetado patriota y luchador del desarrollo cultural en Santiago de Cuba, que con su especial ahínco funda el primer museo en Cuba, la banda municipal y la Academia de Bellas Artes; escuelas y bibliotecas públicas, ejecutó proyectos para la reconstrucción de calles, para la realización de escalinata de Padre pico, la casa natal de José María Heredia, el panteón a José Martí y al español Federico Cabdevilla, defensor de la causa de los ocho estudiantes de medicina que fueron fusilados el 27 de noviembre de 1891. (Tomado de la Guía de Pintura y Escultura 1959 perteneciente al museo)
[2] La señora de Bacardí;(1862-1933) fue presidenta de la fundación Pro-Museo, para construcción del edificio actual. Fundó en Santo Domingo el Club ¨ Clemencia Báez ¨, en nombre de la madre de Máximo Gómez. Construye el hospital infantil de Santiago de Cuba, y fue presidenta del Comité de auxilios, a raíz del terremoto del 3 de febrero de 1932. Ostentó el titulo de hija predilecta de Santiago de Cuba el 20 de marzo de 1928.

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