Especial/El Nuevo Herald
Escrito por Janet Batet para el Nuevo Herald
Baruj Salinas: la pintura como alquimia
En 1911, después de asistir a un concierto del compositor austriaco Arnold Schünberg en Munich, Kandinsky escribía al compositor con el que mantendría por años una relación epistolar: “usted ha hecho realidad en su obra lo que yo ando buscando de manera incierta y con tanto anhelo para la pintura: el camino de las disonancias en el arte”.
La epístola es un reflejo de la insaciable búsqueda del momento por parte de los pintores vanguardistas que inauguraban la corriente abstracta y para quienes la pintura debía renunciar al largo camino de las apariencias como único modo de acceder verdades latentes y esenciales. En la misma carta escribía más adelante Kandinsky: “La disonancia actual de la pintura y la música no es otra que la consonancia del mañana”.
La sólida trayectoria de Baruj Salinas (La Habana, 1935) entronca directamente con esta tradición en la que la abstracción deviene fuerza redentora, una suerte de torrente impetuoso impregnado de alta espiritualidad. Su obra, caracterizada por la fluidez es esa consonancia del mañana que tanto obsesionaba a Kandisky. Cubano, descendiente de judíos, la condición de vivir en la diaspora resume las disonancias que conforman la identidad del artista para quien la pintura es un acto trascendente y el desplazamiento, una condición del individuo contemporáneo.
Enigma Variations es el título de la presente muestra personal de Baruj Salinas ahora abierta al público en The Americas Collection. El título toma como punto de partida Variations on an Original Theme for Orchestra (“Enigma”), Op. 36, más conocida como Enigma Variations, del compositor inglés Sir Edward Elgar. Para Enigma, Elgar hace 14 variaciones de un mismo tema que según el compositor nunca llega a ser tocado.
La exposición de Baruj, inspirada en la misteriosa composición de Sir Edward Elgar, comprende una serie de trabajos en papel en los que domina el trazo negro que ya había cautivado al artista durante su residencia en Barcelona donde viviera por 18 años y compartiera con artistas como Miró y Tapies. Sin embargo, aún cuando el negro actúa como unidad central que estructura la composición de la obra, el color y la luminosidad siguen siendo vitales dentro de la serie y, por sobre todo, la persistencia en la exploración la condición espacial a partir de la superficie bidimensional.
Salinas recuerda que el alunizaje de 1969 cambio definitivamente el rumbo de su pintura. Si bien hasta el momento su obra había sido más figurativa, el histórico suceso expande los horizontes del artista. Fascinado por el cosmos, sus pinturas devienen exploración del espacio, ya sea sideral o microscópico. Halos de luz, nubes, pencas de palma, aparecen como motivos temáticos que hilados en series responden a estados anímicos y exploraciones formales.
De su madre y su abuela, hereda el artista la pasión por la cultura judía y el sentido de espiritualidad tan caro a su obra. A ello se agrega la inclinación del artista por la poesía zen que aunados a la experiencia errante explican el universo personalísimo de este artista.
Para Salinas, la creación es un acto de meditación y de alquimia. Despojado de todo frente al lienzo, la pintura deviene acto trascendental. En la cultura judía el concepto de “el gran vacío” es medular y se corresponde con el momento de máxima fe y espiritualidad. De ahí, que en la obra de Salinas la espiritualidad esté profundamente ligada a la nada. Una nada altamente cargada de sentido, un vacío esencial que resistido a lo representacional que irradia y se expande. La luz, fundamental en su obra, ha sido muchas veces reducida a la influencia del trópico, de la Cuba natal, de su asentamiento posterior en Miami. Sin embargo, el alcance de la luz en su obra está estrechamente imbricada a su deseo por aprehender el espacio.
La luz en la obra de Salinas está relacionada al concepto hebreo del Tzimtzum, principio de contracción de la luz infinita que genera un espacio vacío gracias al cual el mundo tangible es posible.
La caligrafía es otro de los motivos de exploración de la obra de Baruj Salinas. Aquí varios libros magníficos entre los que sobresalen Antes de la ocultación: los mares y Árbol en colaboración con la poeta española María Zambrano y Tres lecciones tinieblas, en colaboración con el ensayista y poeta español José Ángel Valente en el que se traza un vínculo poético entre la Cábala y las 14 letras hebreas.
En hebreo, cada letra del alfabeto tiene un valor numérico. Si dos palabras comparten la misma cifra es porque existe una relación inmanente entre ellas. No es casual pues que challal, el término judío que define el vacío se corresponda con chaim, que significa vida.
Parte del cauce de la tradición abstracta del arte cubano, tantas veces olvidada y relegada, la obra de Baruj Salinas es una constante indagación en el espacio y la luz como exponentes de lo espiritual.•
Janet Batet es escritora, curadora y crítica de arte. Escribe de arte para diferentes publicaciones, galerías y museos.
Enigma Variations’ de Baruj Salinas, hasta el 31 de marzo,2013 en The Americas Collection, 4213 Ponce de León Blvd, Coral Gables, 33146, www.americascollection.com
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