Saturday, July 12, 2014

Friday, July 11, 2014

Aristidez Fernandez. Hacer Luz de Las Penumbras.


ARISTIDES FERNANDEZ. HACER DE LUZ EN PENUMBRAS.


Por: Armando Araya García.

Aristides Fernandez
Uno de los creadores más importantes en la resolución del concilio de lo universal con inserción de lo propio, ocurrida en las primeras décadas del siglo XX en la cultura cubana, es Arístides Fernández Vázquez. La particularidad de su huella y el hallazgo de simbriosis con recursos expresivos propios, a influjos foráneos y a lo autóctono, hacen su obra y al artista, no sólo en la plástica, también en la narrativa, elementos ineludibles en el logro de la presencia de una identidad cultural cubana en el arte y en la evolución de éste en la Isla.

Nacido en Güines, el 20 de julio de 1904, apenas dos años después que la República, Arístides pertenece a esa primera generación de crecer coincidente, que es adolescente junto con el país en el estreno de nacionalidad, forma nueva, con recíproca influencia.

Tiene once años cuando su familia se establece en La Habana de 1915, en que bulle novedad. La temprana curiosidad por la pintura le lleva a tomar cursos de dibujo y a la Academia San Alejandro en 1925, con apoyo de Manuel García, un talentuoso joven con algunos años más, que sería Víctor Manuel, en la pintura, poco después.

Para Arístides, en ocurencia común con los pintores de su generación, que violentando moldes académicos y la reproducción de lo europeo, buscaron gestos pictóricos de nueva expresión alejados de la imposición académica, resultan limitantes los marcos y deviene autodidacta.

Brega con sus pinceles tras las formas que desea, detiene brillantez a los colores, les brinda destellos, pero ensaya atenuarlos en una opocidad lucida inconforme, deshace una y otra vez sus obras que estudia y espera llegar a respuesta por la sorpresa de lo encontrado.

La búsqueda y la sensación de inconcluso devienen valores en la obra de Arístides Fernández, inquieta la contemplación haciendo paso a lo activo, sugerente desde la niebla pictorial de un genio sin concretar, que apenas salido de frotar aladino se suspende, se ofrece en entrecejo de aire y forma de su época, sin fijarze. Entonces, a ese equilibrio en la impesantez de sus pinturas, nos añade la entrega de sus cuentos, con tal vivacidad de imágenes que parecen pintados. Diecisiete narraciones nos deja, donde la historia se dibuja en la lectura.

Lo esencial no es mostrado como evidencia en sus obras, tras la dermis respira el aliento de luz que Arístides puso en ellas, culpable quizás, en parte, esa característica, de la necesidad de redescubrimiento póstumo para reconocer lo legado en su corto andar, que se apaga a los 30 años, de los cuales, sabiendo próximo el fin, dedica sus últimos seis meses a una actividad creadora que nos ofrece, en numerosos lienzos y bocetos, lo más relevante de su obra.

El artista y sus creaciones son tenidos en injusta oscuridad por desaciertos de críticos y especialistas y las derivas en sombras de la cultura, desinteresados por los orígenes a que corresponden las tranformaciones estéticas y el sentido del enunciamiento ético en la obra de Arístides Fernández, uno de los más significativos exponentes del arte cubano.

Artes plásticas, la continuidad de la Academia (1902-1925)

Las artes plásticas cubanas padecen en este primer período republicano del mismo de la sociedad cubana, la frustración y el estancamiento, la mirada mimética hacia un pasado colonial cercano, aunque hay destellos de genialidad y rebeldía en algunas individualidades que romperán con el hacer de la academia decimonónica.

Los artistas plásticos cubanos en las primeras décadas del siglo XX están influidos en su mayoría por el quehacer de la Academia de San Alejandro en La Habana, en la que poco se ha cambiado en este tránsito del decimonónico a la República. Los creadores están formados en la técnica del realismo romántico, apegado a la copia del natural y ajeno a las inquietudes estética que se producen en Europa, cuyos moldes más conservadores imitan.
Los pintores cubanos de más prestigio trabajan básicamente para una élite conservadora que encarga sobre todo, retratos en poses prefijadas y cuando quieren decorar piensan en paisajes bucólicos de corte europeo o cubanos idealizados.

La Academia de San Alejandro continúa formando pintores de tendencia clásica, dirigida es esta época por el cubano maestro Miguel Melero hasta su muerte en 1908. En el claustro de esta escuela sobresalen reconocidos artistas como Armando Menocal y Leopoldo Romañach, formadores de buena parte de los pintores de esta primera generación republicana.
En 1905 el Ateneo de La Habana organiza dos exposiciones de pintura francesa que impactaron el ambiente artístico de la ciudad. Eran originales que abarcaba diversas tendencias de las escuelas francesas, aunque ninguno de la vanguardia plástica que para esta fecha revolucionara la pintura francesa y mundial. Obras de Paul Chabas, Gastón La Touché, Raffaelli y Jean Paul Laurens, entre otros eran los expositores que dejaron una apreciable huella en el público y los artistas de la isla.
El gusto por lo bello y el contacto directo con el arte francés, provoca un deseo de conocer más de cerca los centros artísticos de , un sacudimiento entre los artistas, la intelectualidad y la élite consumidora, preocupados ahora por actualizarse con los modos de la «Belle Epoque», lo que trae consigo un mayor interés por el diseño, la publicidad y el dibujo. El mismo Ateneo de La Habana apadrina las primeras exposiciones de dos artistas cubanos relevantes: Rafael Blanco(1885-1955) y Conrado Massaguer(1889-1965), quienes en 1912 exponen sus dibujos y caricaturas con símbolo del despertar de los nuevos tiempos.

La Academia de San Alejandro en un intento por mantener su predominio convoca, en el curso 1911-12, al Primer Concurso por el Premio Nacional de pintura que se otorgaría a quien reflejara de mejor manera el tema rural cubano. La escasa participación de obras, seis en total, da la medida del fracaso del concurso, aparte del ceñido tema que pretende alentar un malgastado tópico, el campo a través de la óptica idealizada de la élite, que solo quiere ver recodo de montes con predominio del palmar, arroyos murmuradores, bohíos idílicos y guajiros felices que juegan gallos, cantan décima y aman a su mujer. El premio fue para Armando Menocal, el pintor más representativo de esta pintura académica, oficial, clásica y bella donde no cabe lo feos, ni lo inoportuno, su , "Amanecer en el sitio". Al año siguiente no se entregó el premio por el desinterés de los artistas.

El gobierno republicano creó en 1918, un reglamento para otorgar becas de estudios artísticos, estableciendo que la misma se otorgaría por concurso de oposición. Estas becas eran por cinco años y consistían en pensión de cien pesos mensuales mientras se estudiaba en Madrid, Roma o París. Otras instituciones y organismo crearon becas con lo que se creó una corriente regular de artistas de Cuba en Europa.

Otra secuela de este resurgir estético en la isla fue la preocupación por crear en La Habana un Museo Nacional que recopilara no solo las piezas de valor histórico, sino lo mejor de la creación artística del país. La iniciativa parte del periodista Mario Giral quien promueve la creación de esta institución desde las páginas del diario, "La Lucha" en 1910. La idea se concreta el 23 de febrero de 1913 al crearse por Decreto de la Secretaría de Instrucción Pública dicho museo que abrió sus puertas el 23 de abril del propio año en una vieja casona colonial de La Habana, teniendo como director al arquitecto Emilio Herrera.

El Museo se convirtió en un almacén de algunas obras de arte, reliquias históricas y piezas de poco valor, todas guardadas y catalogadas de acuerdo a los conocimientos museológicos de la época, con muy poco apoyo oficial y una precariedad permanente que duró décadas.

Otro estímulo para las artes plásticas fue la creación de la Academia de Artes y Letras en 1910, que acogía entre sus miembros a los mejores artistas e intelectuales del país y valora lo mejor de la creación artística de acuerdo a los cánones del academicismo predominante.

Entre tanto el número de creadores plásticos crece, las inquietudes estéticas maduran al influjo de las exposiciones, la llegada de artistas extranjeros a la isla, el estudio en Europa de algunos pintores y escultores cubanos y la ampliación, aunque débil del mercado del arte en Cuba. Este es el ambiente en el que surge en 1915 la Asociación de Pintores y Escultores fundada por el pintor Federico Edelman Pintó. Esta organización tenía como premisa la organización anual de un Salón en el que expondrían los artistas cubanos y extranjeros de paso o radicados en la isla, a modo de estimular la creación en pintura y escultura, ampliada poco después a la caricatura.

Ese mismo año de 1915 se convocó el primer Salón y a continuación el de los caricaturistas. El país acogió muy bien la muestra, la prensa divulgó el acontecimiento y reprodujo reseñas y críticas de forma asidua mientras duró la exposición, hecho que contribuyó a la educación de un público y sienta las bases para los cambios que sufrirán las artes plásticas cubanas en la década del veinte. En los salones de la Asociación junto a los establecidos pintores del academicismo, expusieron figuras nuevas que enriquecieron las artes plásticas cubanas: Rafael Blanco, Conrado Massaguer, Víctor Manuel, Eduardo Abela, Juan José Sucre, Armando Maribona y otros muchos que harían época en Cuba.
La Asociación aglutinó a un buen número de artistas, muchos de ellos jóvenes; organizó clases nocturnas, , (…) "valorizando la polémica y logrando el desarrollo de una crítica severa, pero justa y sincera, que fue orientando al público"[1]

El desarrollo de la pintura cubana es estos primeros veinticinco años esta signada por la impronta de la Academia San Alejandro y su enseñanza de una pintura basada en los cánones académicos del romanticismo con un mayor desarrollo del retrato, el paisajismo y la pintura de temas históricos, basadas en temas cubanos. De esta pintura Jorge Mañach diría: "Un arte nuestro por la intención crítica y por los asuntos (…) una pintura de un cubanismo temático."[2]

Las dos figuras más sobresalientes en la pintura de esta etapa fueron, Armando Menocal y Leopoldo Romañach, pintores formados a fines del siglo XIX, cuyo quehacer artístico influirá fuertemente en este período y se adentrarían, aunque con menor fuerza, en décadas posteriores. Ellos representan el romanticismo decimonónico enraizado en Cuba.

Armando Menocal es el más apegado a la academia, combatiente del Ejército Libertado Cubano, se hizo durante la República pintor de temas históricos, basándose en sus apuntes y dibujos hechos durante la guerra o que le fueron contado posteriormente. En la época de bonanza económica de la Danza de los Millones, fue casi el "pintor oficial de la República" recibiendo encargos del gobierno y de figuras importantes de la sociedad habanera. Son muy conocidas sus pinturas alegóricas para el Palacio Presidencial, la Universidad de La Habana y la Quinta de Rosalía Abreu, entre otras. Para el Palacio pintó la alegoría de la República en el techo del Salón de los Espejos y "La toma de Guimaro" (1918). Para la Universidad pintó grandes paneles simbólicos en el Aula Magna (1906) y para Rosalía Abreu pintó "Combate de Coliseo" y "La toma de la Loma de San Juan".
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Dentro de esta temática histórica Menocal creó su famoso cuadro, "La Muerte de Antonio Maceo" (1906), que se conserva en el Palacio de los Capitanes Generales, obra pintada con minuciosidad de historiador pero carente de vida y emoción por el estatismo de las figuras. El detalle les robo el alma a aquellas figuras. En el retrato encontró Menocal desarrolla oficio y profesionalidad, era el pintor de moda y con su pincel perpetua a innumerables personalidades políticas, intelectuales, científicas o personajes sociales.

Entre sus retratos destacan el de Enrique José Varona, de impecable factura y colorido, el de José Martí elogiado por la de este por la fidelidad lograda a partir de un fotografía y el retrato de Dulce María Borrero, en la que queda recogido el carácter y la expresión de su rostro, todo un símbolo de la mujer de sociedad en la época.

En cuanto al paisaje su trabajo no fue menos meritorio poniendo énfasis en la calidad de su técnica, de pocas variables, aunque puede reconocerse cierta tendencia impresionista en el tratamiento y la pincelada en algunos de sus paisajes.

Como profesor de San Alejandro y luego como director del centro, desde 1927, contribuyó a difundir una técnica de pintura desfasada y fría, pero que se continuó haciendo durante largos años en Cuba bajo la influencia de esta escuela y estos maestros.

Leopoldo Romañach (1862-1951) es el otro gran pintor del período republicano, apegado a su línea del romanticismo de academia, mostrando habilidad en su oficio y una sensibilidad que encuentra sus mejores momentos en sus paisajes cubanos y en los retratos.

El paisaje de Romañach capta la luz de Cuba utilizando en este período las maneras atenuadas del impresionismo español de Sorolla, principalmente en sus marinas.
Su magisterio en San Alejandro fue importantísimo formando alumnos que siguieron sus huellas, otros que encontrarían su estilo en las escuelas europeas y un tercer grupo que asimila las corrientes de las vanguardias para revolucionar la pintura cubana.

La formación europea de muchos de los alumnos de la Academia de San Alejandro consolida en ellos la impronta academicista, sin encontrase con las nuevas tendencias pictóricas que están presente en esos países, principalmente en Francia, ellos buscan los grandes temas naturalistas, las escenas de aldeas italianas, los paisajes exóticos, el ambiente bucólico o la simbología de una cultura clásica que le sale al paso. Entre los pintores cubanos becados en Europa se destacan: Manuel Vega, Ramón Loy, Antonio Rodríguez Morey, Enrique Crucet, Manuel Mantilla, Esteban Valderrama, Esteban Doménech, Mariano Miguel, Domingo Ramos, Luisa Fernández Morell, Josefa Lamarque, Enrique Caravia, Bencomo Mena y Armando Maribona, entre otros. Para este grupo y otros no mencionados, los temas siguen siendo, el paisaje, los retratos y la escenas épicas.

Se habla de una tendencia impresionista tardía en la pintura cubana de esta etapa, se produce principalmente entre los pintores de este grupo, que la conocieron durante sus estudios en Europa. Pero sus características fundamentales están dadas por un impresionismo de técnica, dejando a un lado las sensaciones que el paisaje deja en sus pupilas y que hicieron de esta escuela impresionista un momento de cambio radical en la creación y percepción de la pintura.

A este grupo de "impresionistas" cubanos los une el apego al paisaje, el uso de los colores puros, con una pintura de agradable colorido, pero superficial, con cierta dureza en las líneas de contorno de las figuras por la difícil convivencia de estas con los juegos de la luz, motivado por cierta preocupación de los impresionistas cubanos por el dibujo en detrimento de la frescura y ligereza de las vibraciones y tonalidades de los reflejos cromáticos.

En este grupo se destacan, Esteban Doménech, Mariano Miguel, Valderrama, Ramón Loy, Domingo Ramos, Enrique Caravia, Enrique García Cabrera, Bencomo Mena, Luisa Fernández y María Josefa Lamarque. Este grupo ha captado numerosos paisajes cubanos famosos, («Valle de Viñales» de Domingo Ramos) y personajes populares de la isla, lo que unido a su técnica le garantizó una relativa aceptación en el reducido mercado de arte nacional. Con posterioridad a este período se extendió esta influencia tardía del impresionismo superficial en algunos pintores con clientela de encargo.

Uno de estos pintores fue Esteban Valderrama, becado en España y Francia donde perfecciona sus aptitudes. Alcanza premios importantes, como el otorgado por la Academia de Artes y letras de Cuba, por su tríptico «Fundamental» (1917), acerca de costumbres campesinas; la Medalla de Oro en Sevilla por su cuadro «Campesinos Cubanos» y algunos más en exposiciones posteriores. Valderrama se destaca en la pintura histórica, donde al proyectar su obra se convierte en un documentalista histórico, al copiar la realidad en sus mínimos detalles, bien elaborada, pero carente de emoción, frenada su mano y su imaginación. En estos temas sobresale su cuadro «Muerte en Dos Ríos», la imagen más recurrida al ilustrar este momento final de la vida del Apóstol, a pesar de que el quemó el cuadro por las críticas que recibió en el momento de su presentación, quedaron las fotografías y la leyenda.
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El artista plástico más innovador de este período fue Rafael Blanco Estera (1885-1955), dibujante que parte de la caricatura pero que no se queda en ella. En su obra hay un reflejo de lo cubano, más allá del costumbrismo decimonónico, con una visión social y estética que no se había alcanzado en las artes plásticas de la isla. En sus dibujos está presente el humor, a veces burlesco y satírico. Algunos críticos opinan que es un impresionista que dibuja lo que ve y lo que siente, sin complacencia, sin engañarse con intenciones de bondad en una obra que galvaniza el entendimiento.[3] Sus dibujos se caracterizan por la economía de líneas y están llamados a decir algo, en tanto el color tiende a resaltar las intenciones del artista.

Blanco estudió pintura en la Academia San Alejandro y fue un asiduo colaborador de la prensa de la época con sus caricaturas y dibujos humorísticos de un costumbrismo ácido y de compromiso político. Expone en el Ateneo de La Habana y en la Academia de Artes y Letras, y participa en los salones convocados por la Asociación de Pintores y Escultores. En 1918 recibe ayuda económica del estado para realizar estudios en Nueva York; pasando luego una estancia en México.

El surgimiento artístico de Blanco coincide con la renovación que está ocurriendo en el dibujo comercial dentro del país. Su exposición personal en el Ateneo y Círculo de La Habana, en 1912, fue un suceso cultural que marcó el preludio renovador de las artes plásticas cubanas, su amplia producción artística que abarca pintura, dibujo humorístico y caricatura se caracteriza por la crítica aguda e intensa del contexto social cubano de estas dos primeras décadas del siglo XX. Su signo distintivo la frescura de su obra que preludia los cambios que en artes plásticas se producirán en la segunda mitad de los años veinte.

Dentro de esta misma línea renovadora el cartel cubano se desarrolla acorde con las exigencias de la publicidad comercial, cultural y política de la época, asimilando las técnicas norteamericanas y abandonando poco a poco las influencias europeas. El cartel se va transformando en el principal elemento de propaganda y publicidad. Esta última se transforma del bucolismo romántico que resalta el paisaje cubano estereotipado y simplista de bohíos, palmas, arroyos y guajiros; por una publicidad pragmática más agresiva al estilo yanqui, de dibujo llamativo, curvas precisas y limpias.

Se destacan como dibujantes de carteles y propagandas: Rafael Lillo, quien trabaja con dibujos de líneas elegantes; José Manuel y Ángelo Acosta, introductores del modernismo europeo, con predominio de ángulos y líneas rectas; Conrado Massaguer, creador del "pasquín" o cartel político y renovador gráfico en los anuncios publicitarios; Rogelio Dalmau, Pedro Valer y Rafael Blanco, también aportaron lo suyo en este momento renovador de la cartelística y la publicidad en Cuba.
El dibujo humorístico cubano llega al siglo XX de mano de Ricardo de la Torriente, creador de uno de los personajes de más popularidad en este período, LIBORIO, símbolo del pueblo cubano y caracterizado por su derrotismo y el choteo criollo. Torriente sobresale por su habilidad para explorar situaciones grotescas en el dibujo. Sin una gran calidad estilística refleja en su semanario, "La Política Cómica" los problemas sociales y políticos del país.

Otros caricaturistas del período fueron del Barrio y Henares. Del Barrio trabaja la caricatura personal a partir de dibujar la cabeza enorme y el cuerpo pequeño de sus representados, eran más que otra cosa, retrato deformados, siguiendo la impronta de la prensa europea y norteamericana de fines del siglo XIX y principios del XX. Esto no quita a sus dibujos la frescura de su originalidad y la impronta de sus rasgos sicológicos. Henares sigue la misma línea pero es menos creativo con un dibujo más estático.

Frente a este dibujo humorístico de entre siglos en el que es notable la influencia extranjera, surge la primera generación de caricaturistas cubanos, con un dibujo que debe mucho al art-noveau, de trazos limpios y finos que acentúan la calidad del conjunto. Sus principales representantes fueron, Conrado Massaguer, Jaime Valls, Armando Maribona y Rafael Blanco, este último con un estilo muy personal que no le debe nada al art noveau. Completando el grupo están otros dibujantes como, García Cabrera, Sirio, Carlos Riverón, etc. Notable es la influencia que sobre este grupo ejerció el catalán Luis Bagaría, que visitó la isla en 1908.

Conrado Massaguer formado en el estilo de caricatura norteamericana de inicios del siglo XX, debuta en la prensa de Estados Unidos para luego publicar en los periódicos cubanos a partir de la segunda década del siglo, creando un estilo propio con personajes de difícil imitación.
En la caricatura personal Massaguer fue de los mejores, mezclando en su estilo el talento artístico, la elegancia y el estudio de las líneas, centrando la caricatura no solo en el rostro, sino en todo el cuerpo, revelando la importancia que cada personaje le da a determinados objetos.
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Jaime Valls reelaboró el LIBORIO, transformándolo de guajiro ingenuo en campesino vivaracho integrado plenamente al pueblo. Desde el punto de vista gráfico este nuevo Liborio, simplificado y verdaderamente caricatura, servirá de patrón para representar al pueblo cubano, aún muchos años después por otros artistas.

Otro grande en la caricatura personal lo fue Armando Maribona, certero e ingenioso en la captación del rasgo preciso, dejando plasmado en pocas líneas cuerpo y alma. Su arte se hizo internacional colaborando con periódicos y revistas de América y Europa.
En cuanto a la escultura, tuvo poco destaque en estos primeros años de la República, atenida a los encargos monumentarios a los talleres europeos, principalmente de Italia, que ejerce una fuerte influencia en los artistas de la isla.

En estos primeros años republicanos sobresale el escultor cubano José Vilalta y Saavedra (1862-1912), radicado en Italia, desde donde cumple encargos públicos y privados desde finales del siglo XIX. En estos inicios de siglo su obra más relevante fue la estatua de José Martí, develada en el Parque Central de La Habana en 1903, obra caracterizada por la sencillez del tratamiento del personaje y la serenidad de su rostro, en comparación con el barroquismo que caracteriza a sus obras anteriores existentes en Cuba y la famosa tumba de "La Milagrosa" (1909) en el cementerio de Colón
De los escultores radicados en Cuba resalta Aurelio Melero, escultor de talento que también incursionó en la pintura y el dibujo. Con él se inicia un tema en la escultura cubana que luego prolifera a lo largo del siglo XX con mayor o menor suerte: los bustos de próceres, patriotas y personalidades. Obra suya son, un busto de Felipe Poey y los medallones de Máximo Gómez y José Martí. Desarrolló una intensa labor docente en la Academia Villate en la que inició a un grupo de jóvenes, entre los que destacan Ramiro Ortiz, Ramón Fernández y José Antonio Díaz.
En el primer salón de la Asociación de Pintores y Escultores figuraron obras de Ramón Fernández (busto de Raymundo Cabrera, busto de Pasteur y cabeza de Montoso, esta última en bajo relieve)
Ramiro Ortiz presentó sus escultura en los salones de 1918 y posteriores. En su obra se nota la evolución del retrato escultórico académico a la talla de la piedra con otros temas. Becado en Italia perfecciona su arte para ser un artista en dominio de su oficio.

El tercero de los discípulos de Melero, José Antonio Díaz deja una escasa obra en la que se aprecia el talento en desarrollo, truco por la prematura muerte.
Esteban Betancourt (1893-1942), es un destacado escultor camagüeyano formado en España e Italia. Dedicado a las esculturas monumentarias dejó dispersa por el mundo la muestra de su arte. Vivió un breve tiempo en Cuba dejando una estatua en bronce de Manuel Ramón Silva en la ciudad de Camagüey y un proyecto de monumento a Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Lucía Victoria Bacardí (1893-1988), nació en Santiago de Cuba y fue de las primeras mujeres dedicadas a la escultura en Cuba, formada en Europa y los estados Unidos, presentó sus obras de tema figurativo en los salones de la Asociación de Pintores y Escultores, incursionando igualmente en el retrato, con un busto de "P. Callejas", el medallón de su padre "Emilio Bacardí" y el famoso "Martí", obra en la que la cabeza del Apóstol emerge con fuerza expresiva con la frente inclinada. Su obra más reconocida en la trilogía, "Cabezas del Calvario" en la que representa la cabeza de Cristo escoltada por los dos ladrones que le acompañaron en el suplicio. Obra de gran tamaño concentra la expresión en la terminación cuidadosa, sobresaliendo la cabeza del ladrón no convexo por su incredulidad al mirar a Jesús, todo captado con magnificencia.

Rodolfo Hernández Giró (1881-1942), también de Santiago de Cuba, realiza una prolífera obra de variados temas. Estudio en Europa y asentó su estudio en su ciudad natal desempeñando cátedra de modelado y dibujo. Su obra va desde el monumento a la alegoría, pasando por el busto, el relieve, medallas, talla en madera, etc. Entre sus obras más conocidas están, un bronce de Federico Capdevila, las alegorías, "Santa Cecilia" y "Ecos"; un busto de Hernández Miyares, la placa mortuoria del capitán del buque "Virginius", Mr. Fry y un busto del músico alemán Beethoven.
Otros escultores del período fueron, Alberto Sabas, hábil en el desnudo y el retrato; Enrique Saló, tallista en madera que trabajó el relieve; Benito Paredes (1898-1974), especialista en los retratos de busto; José Oliva Michelena (1881-1970), formado en Europa y con una obra de calidad reconocida.
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Estos primeros años de la República vieron erigirse otros monumentos en La Habana y ciudades del interior dedicados a próceres y figuras relevante de las letras, las artes y las ciencias. En 1908 se emplaza en la Plaza de San Juan de Dios una escultura de Miguel de Cervantes de Carlos Nicoli, la de José de la Luz y Caballero, obra del francés J. Lerieux, en la avenida del puerto. El relevante monumento al General Antonio Maceo (1916), emplazado frente al Malecón, obra del escultor italiano Doménico Bonni. Otro italiano, Giovanni Nicolini, es el autor de una estatua de mármol de José Martí, en la ciudad de Cienfuegos (1906) y del monumento ecuestre del general mambí Alejandro Ramírez emplazado en Paseo y Calzada, Vedado, La Habana (1916).

La famosísima Alma Mater de la Universidad de La Habana fue obra del checo Mario Kolbel en 1921 y la Glorieta que cubre el muro donde fueron fusilados los estudiantes de medicina en 1871 fue construida por suscripción popular por el arquitecto Walfrido de Fuentes, también en 1921.
En cuanto al grabado, es la litografía la que continúa un desarrollo notable, como base de la alta demanda que de ella tenía la industria tabacalera en la fabricación de marquillas, etiquetas y anillos, a lo que se agrega la impresión de envolturas de chocolates, cajas de fósforos y etiquetas variadas.
La Compañía Litográfica de La Habana S.A., se funda en 1907 por la fusión de cuatro empresas, "Guerra y Hnos.", "Estrugo y Maceda", "Rosendo Fernández"" y "García y Hnos.". La nueva empresa continua la tradición de calidad de la litografía cubana con impresiones de hasta diecisiete colores.

La fotografía artística en este período se caracteriza por el "pictoralismo"[4], principalmente entre 1900 y 1907, aunque muchos fotógrafos siguieron esta línea más allá de los años veinte. Era un estilo fotográfico en correspondencia con el "arte-noveau", tan de moda a principios del siglo XX.
El panorama estético de los primeros años de la república era bastante sombrío, sobre todo para las artes plásticas. Se ha creado una élite conservadora, apegada a los moldes establecidos desde la época colonial con predominio de los valores estéticos europeos del decimonónico y reacia a la aceptación de los nuevos rumbos estéticos. Una élite que proponiéndoselo o no, responde a los intereses de las clases dominantes, conservadoras y antinacional, en la que lo nacional se resume en el tratamiento formal de los temas históricos y en los valores de esos grupos.


Autor:
Ramón Guerra Díaz

[1] Loló de la Torriente: “Imagen en dos tiempos”. La Habana, 1982
[2] Jorge Mañach: “La pintura en Cuba”. La Habana, 1924
[3] Loló de la Torriente: Imagen en dos tiempos.
[4] El “pictoralismo” o fotografía pictórica fue la acentuación de los elementos pictóricos y expresivos nacidos de la relación fotografía-pintura a partir del auge del impresionismo.

Ruperto Jay Matamoros - Premio Nacional de Artes Plásticas 2000

Ruperto Jay Matamoros 
Ruperto Jay Matamoros

Santiago de Cuba, 1914 - La Habana, 2009

1927 Comienza a trabajar como jardinero. Simultáneamente aprende nociones de mecánica automotriz.
1932 Aprovecha la experiencia adquirida como constructor para realizar esculturas en yeso con pequeñas figuras y cabezas femeninas.
1936 Se traslada a La Habana. Comienza a adiestrarse como platero.
1937 Ingresa en el Estudio Libre de Pintura y Escultura creado por el artista de la plástica y caricaturista Eduardo Abela, en el que colaboran como profesores Mariano Rodríguez, René Portocarrero, Jorge Arche, Rita Longa, entre otros.
1938 Asiste a la exposición que realiza Eduardo Abela para mostrar los resultados de la enseñanza libre. Por primera vez exhibe su obra Escena ganadera, con la cual obtiene una de las menciones de honor entregadas por el ministerio de Cultura. Expone esta obra en las vidrieras de la tienda el encanto.
1939 Expone Escena ganadera en la colección permanente de pintura cubana de la Galería del prado, propiedad de maría Luisa Gómez Mena. Comienza a pintar sistemáticamente.
1941 Se desempeña en varios oficios.
1946 Crea su propio taller de pintura y decoración de casas particulares y edificios. Años 40 ́ Continúa pintando, aunque no participa activamente en salones y exposiciones.
1959 Participa, al frente de su taller, en actividades y campañas como La Habana se viste de limpio, en apoyo a la Revolución.
1963 Cierra su taller y empieza a trabajar en el ministerio de justicia. Retoma su vocación artística. Ingresa a la unión Nacional de escritores y artistas de Cuba (UNEAC), en la sección de artes plásticas.
1964 Presenta trece óleos en la muestra colectiva Exposición de pintura y escultura en el vestíbulo del ministerio de justicia, La Habana. Participa en el Salón Nacional de Pintura y Escultura, en homenaje al pintor Fidelio Ponce, en el Palacio de Bellas Artes. Obtiene premio.
1965 Realiza la exposición Ruperto Jay Matamoros y Carmela Jay Casuso en la Galería Habana.
1968 Participa en la muestra colectiva Pittura cubana oggi en el Instituto Italo-Latinoamericano de Roma, Italia; todos los participantes donan las obras al país como contribución al patrimonio cultural.
1969 Obtiene la Mención de Honor que otorga el jurado internacional de la Segunda Trienal de Arte Insito por el conjunto de diez obras, Bratislava, Checoslovaquia. Participa en varios eventos colectivos, entre estos una exposición en homenaje a Camilo Cienfuegos y Che Guevara, organizada por la UNEAC y la Universidad de La Habana, y también en la ejecución de murales sobre distintas figuras de nuestras luchas revolucionarias, junto a René Portocarrero, Raúl Martínez, Adigio Benítez. Envía once obras a la Bienal de Grenoble, Francia.
1970 Ilustra la portada del primer número del Boletín mensual de actividades plásticas nacionales y extranjeras y de polémicas estéticas, publicado por la sección de artes plásticas de la UNEAC. Participa en el salón 70, Palacio de Bellas artes, La Habana. Pinta un mural de dos metros de largo por cinco de ancho en el vestíbulo del ministerio de justicia, La Habana.
1971 Participa en la exposición colectiva Pintores primitivos en Galería Habana, La Habana.
1972 Realiza varias exposiciones personales, entre estas una en la galería Ho Chi Minh del Ministerio de Justicia, La Habana. Participa en la muestra colectiva Primitivos cubanos, que itinera por varios países de Europa: Hungría, Polonia, Rusia, Rumania, Yugoslavia, Dinamarca y Checoslovaquia.
1973 Asiste a varios eventos expositivos, tanto nacionales como internacionales, entre ellos Exposición Internacional de la Pintura Realista Comprometida de los Países Socialistas en la Galería Nacional de Bellas de Sofía, Bulgaria, y Exposición de Pequeño Formato en la Galería L, La Habana.
1974 Pinta un mural sobre papel en la muestra Martí en la plástica en Galería L, La Habana. Realiza varias exposiciones personales, entre estas Jay Matamoros expone en la galería Ho Chi Minh del Ministerio de Justicia, La Habana.
1975 Expone en la biblioteca del Tribunal Supremo Popular, La Habana.
1976 Participa en la muestra 11 Pintores ingenuos de Cuba en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes de México.
1979 Realiza varias exposiciones personales.
1980 Obtiene premio en el salón de paisaje Leopoldo Romañach, Guantánamo. Participa en varios eventos expositivos, entre ellos Tercer Salón de Pintura Realista, Sofía, Bulgaria, y la muestra 4 pintores primitivos en la Galería Amelia Peláez del Parque Lenin, La Habana.
1981 Participa en el Primer Salón Nacional de Pequeño Formato en el Hotel Habana Libre, La Habana.
1982 Recibe la Distinción por la Cultura Nacional que otorga el Ministerio de Cultura de la República de Cuba. Obtiene premio en el Salón Paisaje 82’ con la obra Mango. Expone Jay Matamoros en el Centro provincial de Artes Plásticas y Diseño de La Habana. Pinta murales en Galería L, La Habana, con motivo del ochenta Aniversario del poeta Nacional Nicolás Guillén.
1983 Realiza la muestra Exposición de Jay Matamoros en la galería de la Unión Nacional de Pintores, Sofía, Bulgaria. Participa en varios eventos expositivos, entre estos el tercer salón de la Ciudad en el Centro provincial de artes plásticas y Diseño, La Habana. Recibe el Diploma de reconocimiento por su participación en el Encuentro de Plástica caribeña, Santiago 83’.
1984 Participa en varias muestras colectivas, entre estas la primera Bienal de La Habana, en el museo Nacional de Bellas artes, La Habana, y en el salón de artes plásticas de la UNEAC, Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana.
1985 Participa en el proyecto Arte en la Carretera.
1986 Presenta varias obras en la Segunda Bienal de La Habana, Museo Nacional de Bellas artes, La Habana.
1987 Realiza una exposición antológica en el museo Nacional de Bellas artes, La Habana, con motivo de su setenta y cinco aniversario.
1988 Participa en varios eventos expositivos, entre ellos el encuentro de primitivos en el Centro de Arte de Santiago de Cuba, Cuba, y la muestra colectiva Pintores cubanos en Moscú, Rusia.
1989 Asiste a varias exposiciones colectivas tanto nacionales como internacionales, entre ellas Paisaje cubano: tradición y contemporaneidad en la Tercera Bienal de La Habana, La Habana, y Otra manera de contar, en la galería Teatro Nacional Rubén Darío, Nicaragua.
1990 Realiza varias muestras personales, entre estas Matamoros de noche, en el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño, La Habana, y Día y Noche de Ruperto Jay Matamoros en el Centro de Arte de la ciudad de Guantánamo. Obtiene premio en el salón de paisaje 90’.
1992 Expone Ya por aquí estuve en Galería L, La Habana, con motivo de su ochenta cumpleaños.
1994 Recibe la orden Félix Varela que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba.
2000 Obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas que otorga el Consejo Nacional de las Artes Plásticas. Recibe la medalla por el doscientos setenta aniversario de la Universidad de La Habana.

Ruperto Jay Matamoros
Autorretrato

Ruperto Jay Matamoros
De un Pajaro Las Dos Alas - 2001

Ruperto Jay Matamoros
Gracias Naturaleza

Ruperto Jay Matamoros
La Ascension

Ruperto Jay Matamoros
La India del Batey

Ruperto Jay Matamoros
Paisaje

Ruperto Jay Matamoros
Palmar

Ruperto Jay Matamoros
Pidiendo la Lluvia - 2000

Ruperto Jay Matamoros
Ruperto Jay Matamoros
Donde Nacio el Autor - 1990

Ruperto Jay Matamoros
El del Jaguey - 1970

Ruperto Jay Matamoros
El Ojo del Amo Engorda al Caballo

Ruperto Jay Matamoros
En la Casa del Zanjon - 1999

Ruperto Jay Matamoros
La Flor de la Vida - 1994

Ruperto Jay Matamoros
Malecon Habanero en Verano - 1988

Ruperto Jay Matamoros
Marpacifico 1963


Ruperto Jay Matamoros

Rita Longa - Premio Nacional de Artes Plásticas 1995

Rita Longa

Rita Longa

 La Habana, 1912 - 2000
1928-1930 Cursa estudios en la Escuela de Pintura y Escultura de San Alejandro, La Habana. Fue alumna de Juan José Sicre.
1930-1932 ingresa en el Lyceum, La Habana.
1933 Participa con su obra Rita en la Exposición de autorretratos del Círculo de Bellas artes. A la caída del dictador Gerardo Machado realiza Grito, con la que obtiene gran reconocimiento nacional e internacional.
1934 realiza su primera exposición personal, Lyceum, La Habana.
1935 obtiene Premio en el i Salón nacional de Pintura y Escultura.
1936 recibe la Medalla de oro en el XIX Salón del Círculo de Bellas artes, La Habana.
1937 Comienza a trabajar como orientadora en el Estudio libre de Pintura y Escultura.
1937-1938 Participa en exposiciones colectivas en república Dominicana, México y nueva York, esta última para inaugurar el Rockefeller Center.
1938 obtiene el Segundo Premio en el II Salón nacional de Pintura y Escultura. Se desempeña como Secretaria Ejecutiva del instituto nacional de artes Plásticas.
1939 Viaja a Estados Unidos como comisaria de una muestra colectiva de arte latinoamericano, y exhibe Figura trunca y Mujer sentada. logra incluir obras suyas en la Sala Permanente de Pintura y Escultura del Estado por sus premios en exposiciones nacionales.
1940 obtiene el Primer Premio en el Congreso Panamericano de arquitectos.
1940-1945 Concibe esculturas y ambientaciones para jardines y residencias privadas.
1943 Emplaza Santa Rita de Casia en la iglesia homónima.
1944 Emplaza Bonus Pastor en el Seminario del Buen Pastor. Realiza su segunda exposición personal en el Lyceum habanero.
1945 Obtiene el Primer Premio en el Concurso para Monumento al Soldado de las guerras de independencia y el Segundo en el Salón de Primavera. Emplaza Cáncer en la liga contra el Cáncer (actual Hospital oncológico de Ciudad de La Habana).
1946 Participa en una exposición colectiva en la URSS.
1947 Emplaza Fuente de los Mártires en el parque de Cárcel y Prado, La Habana. Emplaza Grupo familiar en el Jardín Zoológico de La Habana.
1948 Emplaza Virgen del Camino en el parque homónimo. Viaja a Europa occidental.
1949 Emplaza Torso en la Escuela de arquitectura de la Universidad de La Habana. Recibe la Medalla de oro en el VII Congreso Panamericano de arquitectura.
1950 Emplaza Ballerina en el cabaret Tropicana, La Habana. Ingresa a la academia de artes y letras, La Habana. Emplaza Ilusión y Musas en el cine-teatro Payret, La Habana. 1951 obtiene el Premio Gold Medal Exhibition de la Architectural League of New York por su obra Cáncer. Es nombrada Miembro de la academia de San Fernando de Madrid.
1951-1956 Realiza varios viajes a México.
1952 Emplaza Progreso en el Banco Continental, y La Fuente de las virtudes en el Hospital Provincial de Santa Clara.
1953 Emplaza Forma, Espacio y Luz en el Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana.
1959 Se desempeña como Secretaria Ejecutiva del Patronato de Bellas Artes y Escultura del Ministerio de Obras Públicas, y como directora del taller de Cerámica Guamá. Emplaza Muerte del cisne en los jardines del teatro nacional de Cuba, La Habana.
1961 Se desempeña como directora de la Escuela de Capacitación para jóvenes de la Ciénaga de Zapata, Matanzas, Cuba. Es Miembro fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y de su Comité Nacional.
1962-1964 Dirige el taller de la Aldea Taína, que produjo y emplazó veinticinco figuras en el centro turístico Guamá, Laguna del Tesoro, Matanzas, Cuba.
1963 Viaja a Chile.
1964 Radica en Nueva York con su esposo en una misión diplomática.
1968 Preside la Comisión de Escultura en el Segundo Simposio contra el genocidio Yanqui en Vietnam. Forma parte de la Dirección nacional del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam, laos y Cambodia. Recibe la Orden Nacional 30 años de Servicio del Sindicato Nacional de Trabajadores de Artes y Espectáculos.
1969 Participa en la exposición colectiva Cinco Escultores Cubanos, que itinera por la URSS, Polonia, Checoslovaquia, Hungría y Rumanía. Emplaza Solidaridad y Muro escultórico en la comunidad Bentre de Bauta, La Habana, y Mariposa, en el Instituto Pedagógico de La Habana.
1972 Emplaza Memorial Marcelo Salado en la escuela de natación del mismo nombre. Participa en el Tercer Simposio contra el genocidio Yanqui en Vietnam y su expansión a Laos y Cambodia.
1973 Emplaza Martí, autor intelectual del Moncada y Bosque de los Héroes en Santiago de Cuba.
1975 Recibe la Orden Raúl Gómez García del Sindicato de la Cultura, la Medalla XX Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, la orden 15 años del Consejo Nacional de Cultura y la Medalla Ho Chi Minh.
1976 Es elegida Presidenta de la Subsección de Escultura de la Unión de Escritores y artistas de Cuba.
1977 Inaugura el Museo Taller de Escultura de Pequeño Formato en Las Tunas y emplaza La Fuente de las Antillas en dicha provincia.
1979 Emplaza Majagua X en la Embajada de Cuba en la UNESCO.
1980 Preside la Comisión de Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental (CODEMA). Integra el grupo de asesores de la Organización de Solidaridad con los Países de Asia, África y América Latina (OSPAAAL).
1981 Es declarada Miembro de Honor del Grupo Antillano. Recibe la orden por la Cultura Nacional del Ministerio de Cultura.
1982 Recibe la Medalla Alejo Carpentier del Consejo de Estado de la República de Cuba y la Medalla de la Amistad en la Embajada de Vietnam. Emplaza El Gallo de Morón en la provincia de Ciego de Ávila. Realiza numerosas exposiciones en homenaje a sus setenta años de vida y medio siglo de trabajo creador.
1985 Bajo su dirección, la Comisión de Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental se convierte en el Consejo asesor de la Escultura Monumentaria y Ambiental. Emplaza Martí en el Banco Popular de Ahorro de La Habana.
1986 Es invitada de Honor a la Segunda Bienal de La Habana.
1987 Se desempeña como directora del Centro de Diseño Ambiental del Fondo Cubano de Bienes Culturales. Concibe y realiza un proyecto en tubos de bronce para el vestíbulo del Complejo Sanatorial y de Descanso de Topes de Collantes, Sancti Spíritus. Emplaza Arabesque en la sede del Ballet de Camagüey.
1989 Emplaza Gema en el Parque de la amistad, Belgrado, Yugoslavia.
1991 Emplaza Monumento a Martí en Oleiros, la Coruña, España.
1994 Realiza señalización de la Ruta Martiana de Playitas a Dos ríos.
1995 Obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas. Emplaza a la entrada de Matanzas la escultura Leyenda de Canimao.
1996 Recibe la orden Félix Varela.
1997 Recibe el título Doctor Honoris Causa en el Instituto Superior de Arte y en la Universidad de La Habana. Se le otorga el título Profesor de Mérito en la Escuela de Artes Plásticas de Las Tunas. Emplaza Clepsydraen el Hotel Habana libre, La Habana. 1999 Emplaza Resurrección en la sede del Banco Financiero Internacional, La Habana. 2000 Realiza Mujer sentada, su última obra.

Rita Longa
CONJUNTO ESCULTÓRICO DE RITA LONGA EN LA COMUNIDAD BENTRÉ EN BAUTA, OBRA DE 1969

Rita Longa
 Aldea Taina

Rita Longa
Aldea Taina

Rita Longa
Bailarina

Rita Longa
Ciencia y Fe

Rita Longa
El Bosque de Los Heroes

Rita Longa
El Gallo de Moron

Rita Longa
Escultura en Marmol

Rita Longa
Fuente de Los Martires

Rita Longa
Grupo Familiar

Rita Longa
Ilusion

Rita Longa
Ilusion 

Rita Longa
India

Rita Longa
Fuente de los Martires

Rita Longa
Muerte del Cisne

Rita Longa
Pleta

Rita Longa
Virgen del Camino

El arte cubano del Cambio de Siglo

El arte de Cambio de Siglo en Cuba, está considerado como aquel que encierra la producción plástica operada aproximadamente entre 1897 y 1927. Producción de disímiles estéticas e influencias, pero con el denominador común de estar apegada aún a patrones académicos, tiene características particulares en nuestro país.

Conformada por una generación que se forma con un programa de enseñanza académico renovado, luego de asumir la dirección de la Academia de San Alejandro el primer director de origen cubano, Miguel Melero; y con un completamiento de estudios en academias europeas, fundamentalmente en Italia, Francia y en especial España –sin descartar las estancias en centros como Nueva York–, esta pléyade de artistas pondrá todos los valores plásticos aprehendidos en sus pupilas y en las técnicas de sus pinceles, al servicio del empeño de demostrar el valor del arte y la cultura, como parte de la nacionalidad que recién se había defendido en los campos insurrectos y en las lidias constitucionales.

Miguel Melero, Pintor y Escultor Cubano

La Exposición Nacional de 1911, celebrada en la Quinta de los Molinos; las diversas asociaciones, salones y proyectos culturales que se gestan en los primeros años de la República, y de los que participa la plástica del momento, serán una constante exaltación a la cubanía. En este marco surge una crítica que propicia los debates sobre el arte nuevo y el arte viejo, y para la segunda década del siglo XX se convertirá en demanda de nuevos temas y nuevos valores plásticos, para la generación de vanguardia que se forma bajo el magisterio de los artistas del Cambio de Siglo.
Fuente en La Quinta de los Molinos, pintada por Amelia Pelaez.
Integrada por grandes figuras como Armando G. Menocal y Leopoldo Romañach, maestros de larga trayectoria en la enseñanza de las artes plásticas; pintores con la integridad de un Antonio Rodríguez Morey que estuvo al frente del Museo Nacional desde 1918 hasta 1967; precursores como Rafael Blanco y Conrado Massaguer; paisajistas de la talla de Domingo Ramos, y otros, que asumieron en no pocas ocasiones las cátedras y la dirección de la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, esta generación, a veces olvidada, otras vilipendiada por su academicismo, ha encontrado finalmente su lugar propio en la historia del arte cubano.

Invitamos al internauta a visitar a los maestros del Cambio de Siglo, guiados por las reflexiones de Jorge Mañach, publicadas en 1927: “La Pintura y la Escultura en Cuba desde 1902”, por la revista Social.


Jorge Manach
LA PINTURA Y LA ESCULTURA EN CUBA DESDE 1902


POR
: Jorge Mañach


Con haber sido una de las manifestaciones más prósperas de la cultura de Cuba desde que ésta es República, la pintura no ha ido más allá de una prometedora incipiencia. Ni presenta su desenvolvimiento, por consiguiente, aquellos ritmos y sectores naturales, aquellas espontáneas agrupaciones de orientación o de escuela, que tanto ordenan la ojeada a más amplios y cultivados panoramas. El desenvolvimiento pictórico en Cuba es un agregado aritmético de nombres, exento aun de geometría histórica.

No es posible, sin embargo, dentro de la economía de un mero artículo, abundar en la estimación de todos los aportes individuales que integran esa ejecutoria. Sobre confuso y prolijo, el intento resultaría particularmente baldío para los lectores a quienes se destina esta reseña. Llevando en cuenta, pues, ambas limitaciones, ensayemos una bisectriz entre la arbitrariedad de una síntesis abstracta y la prolijidad de una relación nominal.

Durante los veinticinco años, ahora cumplidos, de vida republicana, cubre la pintura en Cuba tres etapas vagamente deslindadas: un período primerizo, usufructuario del legado colonial, en que toda la preocupación artística se reduce a la faena de dos o tres pintores finiseculares del tipo naturalista y anecdótico; un segundo período de repercusiones innovadoras y eclécticas, en que las oportunidades republicanas dan sus primeras cosechas –casi todas de simiente impresionista-, y una época, la actual, de inquietudes modernizantes, en que no faltan temperamentos seriamente disciplinados y de riquísima promesa.
Armando Menocal


Se comprenderá que España no había podido hacer mucho por despertar en Cuba el gusto de las Bellas Artes. En el primitivo ambiente insular, otros menesteres educativos de mayor urgencia absorbieron la atención de la Metrópoli, aun antes de que los esfuerzos de emancipación suscitasen su alarma. Existía, no obstante, desde el año 1818 una Academia de Pintura Escultura que se llamó de San Alejandro, en reconocimiento a su patrocinador, el intendente D. Alejandro Ramírez. De esta escuela, con cuya historia se vincula estrechamente, desde hace más de un siglo, el desenvolvimiento de las artes plásticas en Cuba, salió a fines del XIX una hornada de pintores excepcionalmente dotados. Dos de ellos se malograron en el extranjero: José Arburu y Morell y Miguel Ángel Melero. Otros dos vivieron para ser los maestros iniciales de la época republicana: Leopoldo Romañach y Armando Menocal.
Leopoldo Romanach

Al advenimiento de la República, fueron éstos llamados a desempeñar sendas cátedras en la Academia de San Alejandro, y a su esfuerzo inspirador y docente –al de Romañach, sobre todo- se debe en gran medida la intensificación de la disciplina académica y la profesionalización de las vocaciones artísticas en Cuba, “tierra del sol amada”, generosa como el Levante español, en sensibilidades pictóricas.

Los artistas citados predicaron, no sin elocuencia, con el propio ejemplo. Leopoldo Romañach –a quien toda juventud artística en Cuba tiene hoy por su más venerable maestro- ha sido un pintor distinguidísimo. Su cuadro “La Convaleciente” , de novelescas vicisitudes, fue (porque ya no existe) uno de los trozos más honrados de pintura que se hayan hecho en Cuba. Estas y otras obras de Romañach recibieron premios en varias exposiciones extranjeras, señaladamente en la internacional de San Luis (1904), donde se le otorgó al pintor cubano una medalla de oro al mismo tiempo que a Sorolla, por su lienzo “Otra Margarita”. De formación italiana, la pintura anecdótica, sentimental y pintoresca de Romañach, con su factura sabia –y hasta erudita- en los trucos de taller, ha creado escuela entre nosotros. Para bien y para mal, como puede colegirse. Si inició el noviciado cubano en los secretos tradicionales de la técnica descriptiva, también es cierto que legó a esa juventud un estilo, una manera de la cual ha venido liberándose no sin bravo esfuerzo.

Armando Menocal, José Joaquín Tejada y algún otro, fueron pintores menos destacados que Romañach, pero igualmente fieles a sus gustos mozos –la flaca herencia del historicismo español, del anecdotismo italiano y francés.

En 1905 ya comienza a acusarse un deseo de novedad en Cuba. La Exposición de pintura francesa (Jean Paul Laurens, Rafaelli, La Touche, Chabas), que se celebraba aquel año en el Ateneo de La Habana, sacude los espíritus. Correspondiendo a un desperezamiento general de la cultura, entumecida por el utilitarismo y el regodeo político de la tras guerra, se inicia un período de inquietud, de curiosidad y de militancias estéticas. Ofrécense las primeras Exposiciones de artistas cubanos. Surgen el cartel y el humorismo gráfico. Las corporaciones celebran concursos de estímulo, y el Estado y los Municipios empiezan a conceder becas y pensiones para facilitar a la inspiración joven el aprendizaje extranjero.

Esteban Valderrama
Los envíos de estos pensionados primero y su doméstica cosecha después forman el grueso de la ejecutoria artística durante el nuevo período. Esteban Valderrama es, acaso el primero de los pintores de la nueva generación que se destaca con relieve parejo al de los maestros finiseculares. Su arte representa la transición entre el concepto académico, formulista y penumbroso, y las nuevas vislumbres del impresionismo, atisbadas en Francia. Su contemporáneo Manuel Vega –cuyo lienzo Caravana de ciegos llamó poderosamente la atención en la reciente Exposición de Los Ángeles- expresa un agudo instinto realista, una sensibilidad educada en los clásicos y adicta a los más sobrios e intensos aspectos de las cosas. Incidentalmente estos dos pintores jóvenes representan las dos tendencias cuya fusión va a introducir, como enseguida veremos, cierta peculiaridad en la pintura cubana posterior.

Domingo Ramos
La manera impresionista, que por su índole y origen tiene especiales afinidades con el paisaje, halla brillante expresión en la obra de Domingo Ramos, al más notable de nuestros paisajistas ya cuajados. Aquella escuela de vibraciones, de alardes luminosos, de audaces análisis cromáticos, seduce la retina tropical. Se piensa un momento que va a ser el imperativo pictórico de la Tierra. Un viejo cronista informa que, ya a comienzos del pasado siglo, los ricos cubanos, cuando encargaban un retrato, lo querían “sin sombras; es decir, sin claroscuro”. Esta preferencia simplista la comparten también, menos elementalmente, los propios pintores. Hijos de una tierra de luz, se inclinan hacia aquella modalidad pictórica que más esplendores comporte. (la peregrina teoría de que la luminosidad en la pintura se manifiesta en proporción inversa a la del ambiente físico, aun no ha merecido una aceptación concluyente). Y así, cuando comienza a adquirir alguna insurgencia nuestro arte, cuando los pintores cubanos se dan primera cuenta de que cada uno de ellos es su venero único de originalidad, ceden al instinto de luminosidad y se afilian, en la forma al menos, al credo impresionista que les trasciende, ya bastante trasnochado, de los talleres de París y de Madrid.

En la forma, al menos, digo, porque el fondo de inspiración ya es otra cosa. Artistas de estirpe hispánica más o menos pura, sienten en la fibra los dictados realistas del temperamento racial, o de sus contagios, y se interesan, como los pintores del solar, en los aspectos graves y dramáticos de la vida. Pintarán, sí, con gayos y festivos colores; pero su mensaje estético, su actitud hacia los asuntos representados serán de una “seriedad” castellana. Claro es que esa intención, ese afán tras el carácter, no se revelan todavía de una manera ni ponderada ni enfática. Es una simple predilección natural. Pero la tendencia me parece manifiesta, y en esa dualidad, en ese contraste del fondo sombrío y grave con las formas esplendentes y ágiles del impresionismo y de sus derivados, es donde creo advertir la primera orientación espontánea de nuestros pintores jóvenes más representativos –Manuel Mantilla, Ramón Loy, Eduardo Abela y otros de más en agraz.

Ya digo, sin embargo, que es esa una tendencia primeriza. Añadiré que tampoco es única ni exclusiva. La novedad, la moda, ejercen también su tentación sobre estos curiosos cisatlánticos(sic). Los mismos pintores adictos a ese impresionismo realista –gente joven ávida de ir con su tiempo- han evolucionado posteriormente, por las más sinuosas rutas, hacia las nuevas especulaciones y experimentos. Otros en quienes –tal vez por defecto de brío original- nunca se manifestó netamente aquella dualidad, se han mantenido vagamente fieles a un realismo a la vez formal y de fondo, a un simple verismo descriptivo. Predomina todavía en ellas el empeño de representar directamente el natural, sin buscarle demasiadas implicaciones psicológicas o espirituales.

La actividad artística que esos dos grupos sustentan, débele inestimables auspicios y estímulos a la Asociación de Pintores y Escultores, institución meritísima que se fundó en 1915 y que ha sido desde entonces, con la aludida Academia de San Alejandro, “pioneer” del movimiento artístico en Cuba. La escasa protección oficial ha obligado a los artistas cubanos a depender de su propio ahínco para la formación de ambiente en una atmósfera espesa de utilitarismo y de política.

Pues bien; fue la Asociación de Pintores y Escultores donde se dio, a fines de 1924, la voz de alerta a las nuevas tendencias pictóricas ya cuajadas en el extranjero. Una Exposición de la artista árabe de Montparnasse, Radda –en quien André Salmon y otros estetas franceses de vanguardia acababan de descubrir una poderosa visión “surréaliste” -, viene a ser nuestro saludable escándalo cezannesco. Los postulados de la nueva estética –expuestos por quien esto escribe-, se acogen con tónicos vituperios. Pero queda la simiente. Desde entonces, sensibilidades nuevas, en el arte y la crítica, van contagiando a la juventud artística la curiosidad receptiva de los nuevos modos y maneras.

Publicado por  Galeria Cubarte
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