Wednesday, January 22, 2014

Zaida, la mujer pájaro

Escrito por Estrella Diaz pata On Cuba Magazine.
 
Zaida del Rio
 
 
Zaida del Río es como su obra: sorprendente y sorpresiva, entre otras razones, porque se resiste a desandar lugares comunes y trillos marcados. Su obra expresa y rezuma una raigal cubanía pero con un soplo universal.
 
Proveniente de la central provincia cubana de Villa Clara, es de las creadoras que ha logrado –a partir de disímiles soportes– consolidarse entre los artistas cubanos más importantes de la llamada Generación de los 70, y actualmente exhibe una obra sólida que la identifica y distingue.
Pintora, grabadora, ceramista, dibujante, muralista y poeta, ha mostrado su quehacer en reconocidas galerías y espacios de Estados Unidos, Puerto Rico, Polonia, Dinamarca, Rumania, Noruega, Colombia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Canadá, Holanda, Suecia, España, Venezuela, Argelia y Japón, entre otros países e, igualmente, ha participado en todas las ediciones de la Bienal de La Habana.
 
Recordó en entrevista exclusiva a OnCuba que fue una “niña muy inquieta”; se inclinaba hacia el canto, la pintura, el teatro y “todo lo que tuviera que ver con el arte”, y es por eso que cuando en 1967 llegó la convocatoria para hacer los exámenes en la Escuela Provincial de Artes Plásticas de Cienfuegos de inmediato le avisaron: “tuve suerte y oportunidad. Si no hubiera sido por el momento histórico que se estaba viviendo, habría sido imposible salir del sitio intrincado donde vivía”. Graduada de ese Centro, Zaida llega a la Escuela Nacional de Arte, ENA, en 1971: “nunca había venido a La Habana y fue descubrir la vida en la capital, aprender de todo, tuve la posibilidad de relacionarme con colegas de mucho talento. Fue un salto grande en mi vida porque comencé a ver muy buen cine, disfrutar la danza contemporánea, ver bailar a Alicia Alonso y a las grandes joyas del ballet, los conciertos, el teatro, la literatura, las exposiciones, los museos, todo el fenómeno
cultural de esos años… un mundo se me abrió”.
 
Continúa estudios, y entre 1982-1987 permanece en el Instituto Superior de Arte (ISA), donde se gradúa de la especialidad de Grabado: “me gustan todas las técnicas y todas las he trabajado; he hecho abundante xilografía (grabado sobre metal) y litografía (grabado sobre piedra), sin embargo actualmente estoy cultivando la serigrafía. Con el tiempo aparecen otras necesidades profesionales y personales y ahora pinto más, hago más cerámica esculturas, diseños de joyas, desfiles de moda, he trabajado en muchas ocasiones llevando a la danza mis personajes, en todos los caminos donde pueda dejar el sello de mi trabajo”.
 
Se gradúa, también, en la Escuela de Bellas Artes de París tiempo que le permitió “adentrarse en otra culturas y otras vivencias”, y realizar importantes exposiciones en varios lugares de Europa, visitar museos, moverse y darse a conocer. “Toda esa experiencia es imprescindible para los artistas porque no se puede olvidar que vivimos en una isla, y en aquel tiempo no había –como ahora– tantas posibilidades de viajar y actualizarse en torno a lo que se estaba haciendo en el mundo del arte. También fue la coyuntura para medirme en otros contextos”.
La obra de Zaida llega por primera vez al Museo Nacional de Bellas Artes, la Meca del arte cubano, en 1978, gracias a una exposición personal de dibujos (la mayoría realizados a lápiz) titulada Narraciones y hoy, algunas de esas obras –junto a otras más actuales– forman parte de la colección permanente de la prestigiosa institución. Su quehacer ha sido reconocido en la Bienal de Tenri (Japón), y en la de El Cairo (Egipto), pero para Zaida lo decisivo, “lo mágico es encontrarse con las diferentes culturas. Todo me nutre y cualquier sitio me alimenta el espíritu, son distintas formas de asimilar las herencias histórico-culturales del mundo hacia un universo interior, un intercambio con lo vivido, partiendo del hecho de ser una artista consciente de la cubanía con la eterna necesidad de sentirme parte de un todo”, dice.
 
En su intensa e indetenible carrera ha ilustrado más de quince libros, labor que valora altamente porque “es un error minimizar el libro. Ilustrar te obliga a interpretar –desde la visualidad– lo que hace el escritor”, y subraya que, igualmente, realizar la portada de un
disco es un trabajo “hermoso y respetable”.
 
Su obra es, básicamente, figurativa porque “el cuerpo humano me interesa siempre”, aunque hace unos meses sorprendió con una exposición de marinas que, reconoce, “ha sido un giro” en su carrera. Ahora trabaja “en otras ideas”.
 
Zaida ha tenido múltiples etapas: la inicial –muy campestre y bucólica–; luego la mujer y el caballo –fundidos en un solo cuerpo–; más tarde llegaron los personajes circenses, un tributo personal a La Comedia del Arte; posteriormente los signos zodiacales, el tarot, las religiones de origen africano, las piedras preciosas y semipreciosas, las flores de Bach, la energía piramidal, el cristianismo, los cuerpos tatuados, los objetos pintados, los retratos de mujeres de la historia, los pavorreales –un tributo a los patios coloniales de La Habana Vieja–, la danza hindú y el Budismo, porque todo depende del “estado de ánimo y del conocimiento que vaya adquiriendo”. Pero, la mujer-pájaro es recurrente: “es una figura que soy yo misma” y esa representación la ha llevado al lienzo, y a la escultura y al performance. En cuanto al formato, le seducen los grandes, y aunque una parte considerable de su obra fue realizada en blanco y negro, “ahora pongo todos los colores porque me fascina el color, y la línea, que son fundamentales en mi obra”.
 
Poseer un estudio-taller en La Habana colonial le ha “cambiado completamente la vida”, y le complace “caminar por estas calles y relacionarme con la gente y con todo lo que pasa aquí. Es una felicidad ver cómo, poco a poco y a través de los años, la ciudad vieja ha ido evolucionando. Me siento una parte importante de este proyecto y de toda la vida cultural que aquí acontece”.
Para Zaida del Río pintar es vivir: “observo lo que me rodea: las luces, los colores, las líneas… el pintor vive en una sorpresa constante”. Y en esa capacidad de sorprenderse y sorprendernos está, tal vez, uno de los grandes misterios de su obra.

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