Welcome to our blog. We hope you enjoy your journey through the Cuban plastic arts in general. This blog features pieces from the The Flores-Carbonell Collection, which was established in Miami in 2006 by Miguel Flores and Rudenz H. Carbonell, as well as artworks by Cuban artists in various private collections worldwide. Our purpose is to educate fans and lovers of Cuban art in general by sharing the information freely.
Uno de los creadores más importantes en la resolución del concilio de
lo universal con inserción de lo propio, ocurrida en las primeras
décadas del siglo XX en la cultura cubana, es Arístides Fernández
Vázquez. La particularidad de su huella y el hallazgo de simbriosis con
recursos expresivos propios, a influjos foráneos y
a lo autóctono, hacen su obra y al artista, no sólo en la plástica,
también en la narrativa, elementos ineludibles en el logro de la
presencia de una identidad cultural cubana en el arte y en la evolución
de éste en la Isla.
Nacido en Güines, el 20 de julio de 1904,
apenas dos años después que la República, Arístides pertenece a esa
primera generación de crecer coincidente, que es adolescente junto con
el país en el estreno de nacionalidad, forma nueva, con recíproca
influencia.
Tiene once años cuando su familia se establece en
La Habana de 1915, en que bulle novedad. La temprana curiosidad por la
pintura le lleva a tomar cursos de dibujo y a la Academia San Alejandro
en 1925, con apoyo de Manuel García, un talentuoso joven con algunos
años más, que sería Víctor Manuel, en la pintura, poco después.
Para Arístides, en ocurencia común con los pintores de su generación,
que violentando moldes académicos y la reproducción de lo europeo,
buscaron gestos pictóricos de nueva expresión alejados de la imposición
académica, resultan limitantes los marcos y deviene autodidacta.
Brega con sus pinceles tras las formas que desea, detiene brillantez a
los colores, les brinda destellos, pero ensaya atenuarlos en una
opocidad lucida inconforme, deshace una y otra vez sus obras que estudia
y espera llegar a respuesta por la sorpresa de lo encontrado.
La búsqueda y la sensación de inconcluso devienen valores en la obra de
Arístides Fernández, inquieta la contemplación haciendo paso a lo
activo, sugerente desde la niebla pictorial de un genio sin concretar,
que apenas salido de frotar aladino se suspende, se ofrece en entrecejo
de aire y forma de su época, sin fijarze. Entonces, a ese equilibrio en
la impesantez de sus pinturas, nos añade la entrega de sus cuentos, con
tal vivacidad de imágenes que parecen pintados. Diecisiete narraciones
nos deja, donde la historia se dibuja en la lectura.
Lo
esencial no es mostrado como evidencia en sus obras, tras la dermis
respira el aliento de luz que Arístides puso en ellas, culpable quizás,
en parte, esa característica, de la necesidad de redescubrimiento
póstumo para reconocer lo legado en su corto andar, que se apaga a los
30 años, de los cuales, sabiendo próximo el fin, dedica sus últimos seis
meses a una actividad creadora que nos ofrece, en numerosos lienzos y
bocetos, lo más relevante de su obra.
El artista y sus
creaciones son tenidos en injusta oscuridad por desaciertos de críticos y
especialistas y las derivas en sombras de la cultura, desinteresados
por los orígenes a que corresponden las tranformaciones estéticas y el
sentido del enunciamiento ético en la obra de Arístides Fernández, uno
de los más significativos exponentes del arte cubano.
Las artes plásticas cubanas padecen en este
primer período republicano del mismo de la sociedad
cubana, la frustración y el estancamiento, la mirada
mimética hacia un pasado colonial cercano, aunque hay
destellos de genialidad y rebeldía en algunas
individualidades que romperán con el hacer de la academia
decimonónica.
Los artistas plásticos cubanos en las primeras
décadas del siglo XX están influidos en su
mayoría por el quehacer de la Academia de San Alejandro en
La Habana, en la que poco se ha cambiado en este tránsito
del decimonónico a la República. Los creadores
están formados en la técnica del realismo
romántico, apegado a la copia del natural y ajeno a las
inquietudes estética que se producen en Europa, cuyos
moldes más conservadores imitan.
Los pintores cubanos de más prestigio trabajan
básicamente para una élite conservadora que encarga
sobre todo, retratos en poses prefijadas y cuando quieren decorar
piensan en paisajes bucólicos de corte europeo o cubanos
idealizados.
La Academia de San Alejandro continúa formando
pintores de tendencia clásica, dirigida es esta
época por el cubano maestro Miguel Melero hasta su muerte
en 1908. En el claustro de esta escuela sobresalen reconocidos
artistas como Armando Menocal y Leopoldo Romañach,
formadores de buena parte de los pintores de esta primera
generación republicana.
En 1905 el Ateneo de La Habana organiza dos exposiciones
de pintura francesa que impactaron el ambiente artístico
de la ciudad. Eran originales que abarcaba diversas tendencias de
las escuelas francesas, aunque ninguno de la vanguardia
plástica que para esta fecha revolucionara la pintura
francesa y mundial. Obras de Paul Chabas, Gastón La
Touché, Raffaelli y Jean Paul Laurens, entre otros eran
los expositores que dejaron una apreciable huella en el
público y los artistas de la isla.
El gusto por lo bello y el contacto directo con el arte
francés, provoca un deseo de conocer más de cerca
los centros artísticos de , un sacudimiento entre
los artistas, la intelectualidad y la élite consumidora,
preocupados ahora por actualizarse con los modos de la
«Belle Epoque», lo que trae consigo un mayor
interés por el diseño, la publicidad y el dibujo.
El mismo Ateneo de La Habana apadrina las primeras exposiciones
de dos artistas cubanos relevantes: Rafael Blanco(1885-1955) y
Conrado Massaguer(1889-1965), quienes en 1912 exponen sus
dibujos y caricaturas con símbolo del despertar de los
nuevos tiempos.
La Academia de San Alejandro en un intento por mantener
su predominio convoca, en el curso 1911-12, al Primer Concurso
por el Premio Nacional de pintura que se otorgaría a quien
reflejara de mejor manera el tema rural cubano. La escasa
participación de obras, seis en total, da la medida del
fracaso del concurso, aparte del ceñido tema que pretende
alentar un malgastado tópico, el campo a través de
la óptica idealizada de la élite, que solo quiere
ver recodo de montes con predominio del palmar, arroyos
murmuradores, bohíos idílicos y guajiros felices
que juegan gallos, cantan décima y aman a su mujer. El
premio fue para Armando Menocal, el pintor más
representativo de esta pintura académica, oficial,
clásica y bella donde no cabe lo feos, ni lo inoportuno,
su , "Amanecer en el sitio". Al año siguiente no se
entregó el premio por el desinterés de los
artistas.
El gobierno republicano creó en 1918, un
reglamento para otorgar becas de estudios artísticos,
estableciendo que la misma se otorgaría por concurso de
oposición. Estas becas eran por cinco años y
consistían en pensión de cien pesos mensuales
mientras se estudiaba en Madrid, Roma o París. Otras
instituciones y organismo crearon becas con lo que se creó
una corriente regular de artistas de Cuba en Europa.
Otra secuela de este resurgir estético en la isla
fue la preocupación por crear en La Habana un Museo
Nacional que recopilara no solo las piezas de valor
histórico, sino lo mejor de la creación
artística del país. La iniciativa parte del
periodista Mario Giral quien promueve la creación de esta
institución desde las páginas del diario, "La
Lucha" en 1910. La idea se concreta el 23 de febrero de 1913 al
crearse por Decreto de la Secretaría de Instrucción
Pública dicho museo que abrió sus puertas el 23 de
abril del propio año en una vieja casona colonial de La
Habana, teniendo como director al arquitecto Emilio
Herrera.
El Museo se convirtió en un almacén de
algunas obras de arte, reliquias históricas y piezas de
poco valor, todas guardadas y catalogadas de acuerdo a los
conocimientos museológicos de la época, con muy
poco apoyo oficial y una precariedad permanente que duró
décadas.
Otro estímulo para las artes plásticas
fue la creación de la Academia de Artes y
Letras en 1910, que acogía entre sus miembros a los
mejores artistas e intelectuales del país y valora lo
mejor de la creación artística de acuerdo a los
cánones del academicismo predominante.
Entre tanto el número de creadores
plásticos crece, las inquietudes estéticas maduran
al influjo de las exposiciones, la llegada de artistas
extranjeros a la isla, el estudio en Europa de algunos pintores y
escultores cubanos y la ampliación, aunque débil
del mercado del arte en Cuba. Este es el ambiente en el que surge
en 1915 la Asociación de Pintores y Escultores fundada por
el pintor Federico Edelman Pintó. Esta organización
tenía como premisa la organización anual de un
Salón en el que expondrían los artistas cubanos y
extranjeros de paso o radicados en la isla, a modo de estimular
la creación en pintura y escultura, ampliada poco
después a la caricatura.
Ese mismo año de 1915 se convocó el primer
Salón y a continuación el de los caricaturistas. El
país acogió muy bien la muestra, la prensa
divulgó el acontecimiento y reprodujo reseñas y
críticas de forma asidua mientras duró la
exposición, hecho que contribuyó a la
educación de un público y sienta las bases para los
cambios que sufrirán las artes plásticas cubanas en
la década del veinte. En los salones de la
Asociación junto a los establecidos pintores del
academicismo, expusieron figuras nuevas que enriquecieron las
artes plásticas cubanas: Rafael Blanco, Conrado Massaguer,
Víctor Manuel, Eduardo Abela, Juan José Sucre,
Armando Maribona y otros muchos que harían época en
Cuba.
La Asociación aglutinó a un buen
número de artistas, muchos de ellos jóvenes;
organizó clases nocturnas, , (…)
"valorizando la polémica y logrando el desarrollo de
una crítica severa, pero justa y sincera, que fue
orientando al público"[1]
El desarrollo de la pintura cubana es estos primeros
veinticinco años esta signada por la impronta de la
Academia San Alejandro y su enseñanza de una pintura
basada en los cánones académicos del romanticismo
con un mayor desarrollo del retrato, el paisajismo y la pintura
de temas históricos, basadas en temas cubanos. De esta
pintura Jorge Mañach diría: "Un arte nuestro
por la intención crítica y por los asuntos
(…) una pintura de un cubanismo
temático."[2]
Las dos figuras más sobresalientes en la pintura
de esta etapa fueron, Armando Menocal y Leopoldo Romañach,
pintores formados a fines del siglo XIX, cuyo quehacer
artístico influirá fuertemente en este
período y se adentrarían, aunque con menor fuerza,
en décadas posteriores. Ellos representan el romanticismo
decimonónico enraizado en Cuba.
Armando Menocal es el más apegado a la academia,
combatiente del Ejército Libertado Cubano, se hizo durante
la República pintor de temas históricos,
basándose en sus apuntes y dibujos hechos durante la
guerra o que le fueron contado posteriormente. En la época
de bonanza económica de la Danza de los Millones, fue casi
el "pintor oficial de la República" recibiendo encargos
del gobierno y de figuras importantes de la sociedad habanera.
Son muy conocidas sus pinturas alegóricas para el Palacio
Presidencial, la Universidad de La Habana y la Quinta de
Rosalía Abreu, entre otras. Para el Palacio pintó
la alegoría de la República en el techo del
Salón de los Espejos y "La toma de Guimaro" (1918). Para
la Universidad pintó grandes paneles simbólicos en
el Aula Magna (1906) y para Rosalía Abreu pintó
"Combate de Coliseo" y "La toma de la Loma de San
Juan".
Dentro de esta temática histórica Menocal
creó su famoso cuadro, "La Muerte de Antonio Maceo"
(1906), que se conserva en el Palacio de los Capitanes Generales,
obra pintada con minuciosidad de historiador pero carente de vida
y emoción por el estatismo de las figuras. El detalle les
robo el alma a aquellas figuras. En el retrato encontró
Menocal desarrolla oficio y profesionalidad, era el pintor de
moda y con su pincel perpetua a innumerables personalidades
políticas, intelectuales, científicas o personajes
sociales.
Entre sus retratos destacan el de Enrique José
Varona, de impecable factura y colorido, el de José
Martí elogiado por la de este por la fidelidad
lograda a partir de un fotografía y el retrato de Dulce
María Borrero, en la que queda recogido el carácter
y la expresión de su rostro, todo un símbolo de la
mujer de sociedad en la época.
En cuanto al paisaje su trabajo no fue menos meritorio
poniendo énfasis en la calidad de su técnica, de
pocas variables, aunque puede reconocerse cierta tendencia
impresionista en el tratamiento y la pincelada en algunos de sus
paisajes.
Como profesor de San Alejandro y luego como director del
centro, desde 1927, contribuyó a difundir una
técnica de pintura desfasada y fría, pero que se
continuó haciendo durante largos años en Cuba bajo
la influencia de esta escuela y estos maestros.
Leopoldo Romañach (1862-1951) es el otro gran
pintor del período republicano, apegado a su línea
del romanticismo de academia, mostrando habilidad en su oficio y
una sensibilidad que encuentra sus mejores momentos en sus
paisajes cubanos y en los retratos.
El paisaje de Romañach capta la luz de Cuba
utilizando en este período las maneras atenuadas del
impresionismo español de Sorolla, principalmente en sus
marinas.
Su magisterio en San Alejandro fue importantísimo
formando alumnos que siguieron sus huellas, otros que
encontrarían su estilo en las escuelas europeas y un
tercer grupo que asimila las corrientes de las vanguardias para
revolucionar la pintura cubana.
La formación europea de muchos de los alumnos de
la Academia de San Alejandro consolida en ellos la impronta
academicista, sin encontrase con las nuevas tendencias
pictóricas que están presente en esos
países, principalmente en Francia, ellos buscan los
grandes temas naturalistas, las escenas de aldeas italianas, los
paisajes exóticos, el ambiente bucólico o la
simbología de una cultura clásica que le sale al
paso. Entre los pintores cubanos becados en Europa se destacan:
Manuel Vega, Ramón Loy, Antonio Rodríguez Morey,
Enrique Crucet, Manuel Mantilla, Esteban Valderrama, Esteban
Doménech, Mariano Miguel, Domingo Ramos, Luisa
Fernández Morell, Josefa Lamarque, Enrique Caravia,
Bencomo Mena y Armando Maribona, entre otros. Para este grupo y
otros no mencionados, los temas siguen siendo, el paisaje, los
retratos y la escenas épicas.
Se habla de una tendencia impresionista tardía en
la pintura cubana de esta etapa, se produce principalmente entre
los pintores de este grupo, que la conocieron durante sus
estudios en Europa. Pero sus características fundamentales
están dadas por un impresionismo de técnica,
dejando a un lado las sensaciones que el paisaje deja en sus
pupilas y que hicieron de esta escuela impresionista un momento
de cambio radical en la creación y percepción de la
pintura.
A este grupo de "impresionistas" cubanos los une el
apego al paisaje, el uso de los colores puros, con una pintura de
agradable colorido, pero superficial, con cierta dureza en las
líneas de contorno de las figuras por la difícil
convivencia de estas con los juegos de la luz, motivado por
cierta preocupación de los impresionistas cubanos por el
dibujo en detrimento de la frescura y ligereza de las vibraciones
y tonalidades de los reflejos cromáticos.
En este grupo se destacan, Esteban Doménech,
Mariano Miguel, Valderrama, Ramón Loy, Domingo Ramos,
Enrique Caravia, Enrique García Cabrera, Bencomo Mena,
Luisa Fernández y María Josefa Lamarque. Este grupo
ha captado numerosos paisajes cubanos famosos, («Valle de
Viñales» de Domingo Ramos) y personajes populares de
la isla, lo que unido a su técnica le garantizó una
relativa aceptación en el reducido mercado de arte
nacional. Con posterioridad a este período se
extendió esta influencia tardía del impresionismo
superficial en algunos pintores con clientela de
encargo.
Uno de estos pintores fue Esteban Valderrama, becado en
España y Francia donde perfecciona sus aptitudes. Alcanza
premios importantes, como el otorgado por la Academia de Artes y
letras de Cuba, por su tríptico «Fundamental»
(1917), acerca de costumbres campesinas; la Medalla de Oro en
Sevilla por su cuadro «Campesinos Cubanos» y algunos
más en exposiciones posteriores. Valderrama se destaca en la pintura histórica,
donde al proyectar su obra se convierte en un documentalista
histórico, al copiar la realidad en sus mínimos
detalles, bien elaborada, pero carente de emoción, frenada
su mano y su imaginación. En estos temas sobresale su
cuadro «Muerte en Dos Ríos», la imagen
más recurrida al ilustrar este momento final de la vida
del Apóstol, a pesar de que el quemó el cuadro por
las críticas que recibió en el momento de su
presentación, quedaron las fotografías y la
leyenda.
El artista plástico más innovador de este
período fue Rafael Blanco Estera (1885-1955), dibujante
que parte de la caricatura pero que no se queda en ella. En su
obra hay un reflejo de lo cubano, más allá del
costumbrismo decimonónico, con una visión social y
estética que no se había alcanzado en las artes
plásticas de la isla. En sus dibujos está presente
el humor, a veces burlesco y satírico. Algunos
críticos opinan que es un impresionista que dibuja lo que
ve y lo que siente, sin complacencia, sin engañarse con
intenciones de bondad en una obra que galvaniza el
entendimiento.[3] Sus dibujos se caracterizan por
la economía de líneas y están llamados a
decir algo, en tanto el color tiende a resaltar las intenciones
del artista.
Blanco estudió pintura en la Academia San
Alejandro y fue un asiduo colaborador de la prensa de la
época con sus caricaturas y dibujos humorísticos de
un costumbrismo ácido y de compromiso político.
Expone en el Ateneo de La Habana y en la Academia de Artes y
Letras, y participa en los salones convocados por la
Asociación de Pintores y Escultores. En 1918 recibe ayuda
económica del estado para realizar estudios en Nueva York;
pasando luego una estancia en México.
El surgimiento artístico de Blanco coincide con
la renovación que está ocurriendo en el dibujo
comercial dentro del país. Su exposición personal
en el Ateneo y Círculo de La Habana, en 1912, fue un
suceso cultural que marcó el preludio renovador de las
artes plásticas cubanas, su amplia producción
artística que abarca pintura, dibujo humorístico y
caricatura se caracteriza por la crítica aguda e intensa
del contexto social cubano de estas dos primeras décadas
del siglo XX. Su signo distintivo la frescura de su obra que
preludia los cambios que en artes plásticas se
producirán en la segunda mitad de los años
veinte.
Dentro de esta misma línea renovadora el cartel
cubano se desarrolla acorde con las exigencias de la publicidad
comercial, cultural y política de la época,
asimilando las técnicas norteamericanas y abandonando poco
a poco las influencias europeas. El cartel se va transformando en
el principal elemento de propaganda y publicidad. Esta
última se transforma del bucolismo romántico que
resalta el paisaje cubano estereotipado y simplista de
bohíos, palmas, arroyos y guajiros; por una publicidad
pragmática más agresiva al estilo yanqui, de dibujo
llamativo, curvas precisas y limpias.
Se destacan como dibujantes de carteles y propagandas:
Rafael Lillo, quien trabaja con dibujos de líneas
elegantes; José Manuel y Ángelo Acosta,
introductores del modernismo europeo, con predominio de
ángulos y líneas rectas; Conrado Massaguer, creador
del "pasquín" o cartel político y renovador
gráfico en los anuncios publicitarios; Rogelio Dalmau,
Pedro Valer y Rafael Blanco, también aportaron lo suyo en
este momento renovador de la cartelística y la publicidad
en Cuba.
El dibujo humorístico cubano llega al siglo XX de
mano de Ricardo de la Torriente, creador de uno de los personajes
de más popularidad en este período, LIBORIO,
símbolo del pueblo cubano y caracterizado por su
derrotismo y el choteo criollo. Torriente sobresale por su
habilidad para explorar situaciones grotescas en el dibujo. Sin
una gran calidad estilística refleja en su semanario, "La
Política Cómica" los problemas sociales y
políticos del país.
Otros caricaturistas del período fueron del
Barrio y Henares. Del Barrio trabaja la caricatura personal a
partir de dibujar la cabeza enorme y el cuerpo pequeño de
sus representados, eran más que otra cosa, retrato
deformados, siguiendo la impronta de la prensa europea y
norteamericana de fines del siglo XIX y principios del XX. Esto
no quita a sus dibujos la frescura de su originalidad y la
impronta de sus rasgos sicológicos. Henares sigue la misma
línea pero es menos creativo con un dibujo más
estático.
Frente a este dibujo humorístico de entre siglos
en el que es notable la influencia extranjera, surge la primera
generación de caricaturistas cubanos, con un dibujo que
debe mucho al art-noveau, de trazos limpios y finos que
acentúan la calidad del conjunto. Sus principales
representantes fueron, Conrado Massaguer, Jaime Valls, Armando
Maribona y Rafael Blanco, este último con un estilo muy
personal que no le debe nada al art noveau. Completando el grupo
están otros dibujantes como, García Cabrera, Sirio,
Carlos Riverón, etc. Notable es la influencia que sobre
este grupo ejerció el catalán Luis Bagaría,
que visitó la isla en 1908.
Conrado Massaguer formado en el estilo de caricatura
norteamericana de inicios del siglo XX, debuta en la prensa de
Estados Unidos para luego publicar en los periódicos
cubanos a partir de la segunda década del siglo, creando
un estilo propio con personajes de difícil
imitación.
En la caricatura personal Massaguer fue de los mejores,
mezclando en su estilo el talento artístico, la elegancia
y el estudio de las líneas, centrando la caricatura no
solo en el rostro, sino en todo el cuerpo, revelando la
importancia que cada personaje le da a determinados
objetos.
Jaime Valls reelaboró el LIBORIO,
transformándolo de guajiro ingenuo en campesino vivaracho
integrado plenamente al pueblo. Desde el punto de vista
gráfico este nuevo Liborio, simplificado y verdaderamente
caricatura, servirá de patrón para representar al
pueblo cubano, aún muchos años después por
otros artistas.
Otro grande en la caricatura personal lo fue Armando
Maribona, certero e ingenioso en la captación del rasgo
preciso, dejando plasmado en pocas líneas cuerpo y alma.
Su arte se hizo internacional colaborando con periódicos y
revistas de América y Europa.
En cuanto a la escultura, tuvo poco destaque en estos
primeros años de la República, atenida a los
encargos monumentarios a los talleres europeos, principalmente de
Italia, que ejerce una fuerte influencia en los artistas de la
isla.
En estos primeros años republicanos sobresale el
escultor cubano José Vilalta y Saavedra (1862-1912),
radicado en Italia, desde donde cumple encargos públicos y
privados desde finales del siglo XIX. En estos inicios de siglo
su obra más relevante fue la estatua de José
Martí, develada en el Parque Central de La Habana en 1903,
obra caracterizada por la sencillez del tratamiento del personaje
y la serenidad de su rostro, en comparación con el
barroquismo que caracteriza a sus obras anteriores existentes en
Cuba y la famosa tumba de "La Milagrosa" (1909) en el cementerio
de Colón
De los escultores radicados en Cuba resalta Aurelio
Melero, escultor de talento que también incursionó
en la pintura y el dibujo. Con él se inicia un tema en la
escultura cubana que luego prolifera a lo largo del siglo XX con
mayor o menor suerte: los bustos de próceres, patriotas y
personalidades. Obra suya son, un busto de Felipe Poey y los
medallones de Máximo Gómez y José
Martí. Desarrolló una intensa labor docente en la
Academia Villate en la que inició a un grupo de
jóvenes, entre los que destacan Ramiro Ortiz, Ramón
Fernández y José Antonio Díaz.
En el primer salón de la Asociación de
Pintores y Escultores figuraron obras de Ramón
Fernández (busto de Raymundo Cabrera, busto de Pasteur y
cabeza de Montoso, esta última en bajo relieve)
Ramiro Ortiz presentó sus escultura en los
salones de 1918 y posteriores. En su obra se nota la
evolución del retrato escultórico académico
a la talla de la piedra con otros temas. Becado en Italia
perfecciona su arte para ser un artista en dominio de su
oficio.
El tercero de los discípulos de Melero,
José Antonio Díaz deja una escasa obra en la que se
aprecia el talento en desarrollo, truco por la prematura
muerte.
Esteban Betancourt (1893-1942), es un destacado escultor
camagüeyano formado en España e Italia. Dedicado a
las esculturas monumentarias dejó dispersa por el mundo la
muestra de su arte. Vivió un breve tiempo en Cuba dejando
una estatua en bronce de Manuel Ramón Silva en la ciudad
de Camagüey y un proyecto de monumento a Gertrudis
Gómez de Avellaneda.
Lucía Victoria Bacardí (1893-1988),
nació en Santiago de Cuba y fue de las primeras mujeres
dedicadas a la escultura en Cuba, formada en Europa y los estados
Unidos, presentó sus obras de tema figurativo en los
salones de la Asociación de Pintores y Escultores,
incursionando igualmente en el retrato, con un busto de "P.
Callejas", el medallón de su padre "Emilio Bacardí"
y el famoso "Martí", obra en la que la cabeza del
Apóstol emerge con fuerza expresiva con la frente
inclinada. Su obra más reconocida en la trilogía,
"Cabezas del Calvario" en la que representa la cabeza de Cristo
escoltada por los dos ladrones que le acompañaron en el
suplicio. Obra de gran tamaño concentra la
expresión en la terminación cuidadosa,
sobresaliendo la cabeza del ladrón no convexo por su
incredulidad al mirar a Jesús, todo captado con
magnificencia.
Rodolfo Hernández Giró (1881-1942),
también de Santiago de Cuba, realiza una prolífera
obra de variados temas. Estudio en Europa y asentó su
estudio en su ciudad natal desempeñando cátedra de
modelado y dibujo. Su obra va desde el monumento a la
alegoría, pasando por el busto, el relieve, medallas,
talla en madera, etc. Entre sus obras más conocidas
están, un bronce de Federico Capdevila, las
alegorías, "Santa Cecilia" y "Ecos"; un busto de
Hernández Miyares, la placa mortuoria del capitán
del buque "Virginius", Mr. Fry y un busto del músico
alemán Beethoven.
Otros escultores del período fueron, Alberto
Sabas, hábil en el desnudo y el retrato; Enrique
Saló, tallista en madera que trabajó el relieve;
Benito Paredes (1898-1974), especialista en los retratos de
busto; José Oliva Michelena (1881-1970), formado en Europa
y con una obra de calidad reconocida.
Estos primeros años de la República vieron
erigirse otros monumentos en La Habana y ciudades del interior
dedicados a próceres y figuras relevante de las letras,
las artes y las ciencias. En 1908 se emplaza en la Plaza de San
Juan de Dios una escultura de Miguel de Cervantes de Carlos
Nicoli, la de José de la Luz y Caballero, obra del
francés J. Lerieux, en la avenida del puerto. El relevante
monumento al General Antonio Maceo (1916), emplazado frente al
Malecón, obra del escultor italiano Doménico Bonni.
Otro italiano, Giovanni Nicolini, es el autor de una estatua de
mármol de José Martí, en la ciudad de
Cienfuegos (1906) y del monumento ecuestre del general
mambí Alejandro Ramírez emplazado en Paseo y
Calzada, Vedado, La Habana (1916).
La famosísima Alma Mater de la Universidad de La
Habana fue obra del checo Mario Kolbel en 1921 y la Glorieta que
cubre el muro donde fueron fusilados los estudiantes de medicina
en 1871 fue construida por suscripción popular por el
arquitecto Walfrido de Fuentes, también en
1921.
En cuanto al grabado, es la litografía la que
continúa un desarrollo notable, como base de la alta
demanda que de ella tenía la industria tabacalera en la
fabricación de marquillas, etiquetas y anillos, a lo que
se agrega la impresión de envolturas de chocolates, cajas
de fósforos y etiquetas variadas.
La Compañía Litográfica de La
Habana S.A., se funda en 1907 por la fusión de cuatro
empresas, "Guerra y Hnos.", "Estrugo y Maceda", "Rosendo
Fernández"" y "García y Hnos.". La nueva empresa
continua la tradición de calidad de la litografía
cubana con impresiones de hasta diecisiete colores.
La fotografía artística en este
período se caracteriza por el
"pictoralismo"[4], principalmente entre 1900 y
1907, aunque muchos fotógrafos siguieron esta línea
más allá de los años veinte. Era un estilo
fotográfico en correspondencia con el "arte-noveau", tan
de moda a principios del siglo XX.
El panorama estético de los primeros años
de la república era bastante sombrío, sobre todo
para las artes plásticas. Se ha creado una élite
conservadora, apegada a los moldes establecidos desde la
época colonial con predominio de los valores
estéticos europeos del decimonónico y reacia a la
aceptación de los nuevos rumbos estéticos. Una
élite que proponiéndoselo o no, responde a los
intereses de las clases dominantes, conservadoras y antinacional,
en la que lo nacional se resume en el tratamiento formal de los
temas históricos y en los valores de esos
grupos.
Autor: Ramón Guerra Díaz
[1] Loló de la Torriente:
“Imagen en dos tiempos”. La Habana, 1982
[2] Jorge Mañach: “La pintura en
Cuba”. La Habana, 1924
[3] Loló de la Torriente: Imagen en
dos tiempos.
[4] El “pictoralismo” o
fotografía pictórica fue la acentuación de
los elementos pictóricos y expresivos nacidos de la
relación fotografía-pintura a partir del auge del
impresionismo.
1927 Comienza a trabajar como jardinero. Simultáneamente aprende nociones de mecánica automotriz. 1932 Aprovecha la experiencia adquirida como constructor para realizar esculturas en yeso con pequeñas figuras y cabezas femeninas. 1936 Se traslada a La Habana. Comienza a adiestrarse como platero. 1937 Ingresa
en el Estudio Libre de Pintura y Escultura creado por el artista de la
plástica y caricaturista Eduardo Abela, en el que colaboran como
profesores Mariano Rodríguez, René Portocarrero, Jorge Arche, Rita
Longa, entre otros. 1938 Asiste a la exposición que
realiza Eduardo Abela para mostrar los resultados de la enseñanza libre.
Por primera vez exhibe su obra Escena ganadera, con la cual
obtiene una de las menciones de honor entregadas por el ministerio de
Cultura. Expone esta obra en las vidrieras de la tienda el encanto. 1939 Expone Escena ganadera en
la colección permanente de pintura cubana de la Galería del prado,
propiedad de maría Luisa Gómez Mena. Comienza a pintar sistemáticamente. 1941 Se desempeña en varios oficios. 1946 Crea su propio taller de pintura y decoración de casas particulares y edificios. Años 40 ́ Continúa pintando, aunque no participa activamente en salones y exposiciones. 1959 Participa, al frente de su taller, en actividades y campañas como La Habana se viste de limpio, en apoyo a la Revolución. 1963 Cierra
su taller y empieza a trabajar en el ministerio de justicia. Retoma su
vocación artística. Ingresa a la unión Nacional de escritores y artistas
de Cuba (UNEAC), en la sección de artes plásticas. 1964 Presenta trece óleos en la muestra colectiva Exposición de pintura y escultura en
el vestíbulo del ministerio de justicia, La Habana. Participa en el
Salón Nacional de Pintura y Escultura, en homenaje al pintor Fidelio
Ponce, en el Palacio de Bellas Artes. Obtiene premio. 1965 Realiza la exposición Ruperto Jay Matamoros y Carmela Jay Casuso en la Galería Habana. 1968 Participa en la muestra colectiva Pittura cubana oggi en
el Instituto Italo-Latinoamericano de Roma, Italia; todos los
participantes donan las obras al país como contribución al patrimonio
cultural. 1969 Obtiene la Mención de Honor que otorga el jurado internacional de la Segunda Trienal de Arte Insito por
el conjunto de diez obras, Bratislava, Checoslovaquia. Participa en
varios eventos colectivos, entre estos una exposición en homenaje a
Camilo Cienfuegos y Che Guevara, organizada por la UNEAC y la
Universidad de La Habana, y también en la ejecución de murales sobre
distintas figuras de nuestras luchas revolucionarias, junto a René
Portocarrero, Raúl Martínez, Adigio Benítez. Envía once obras a la
Bienal de Grenoble, Francia. 1970 Ilustra la portada del primer número del Boletín mensual de actividades plásticas nacionales y extranjeras y de polémicas estéticas,
publicado por la sección de artes plásticas de la UNEAC. Participa en
el salón 70, Palacio de Bellas artes, La Habana. Pinta un mural de dos
metros de largo por cinco de ancho en el vestíbulo del ministerio de
justicia, La Habana. 1971 Participa en la exposición colectiva Pintores primitivos en Galería Habana, La Habana. 1972 Realiza
varias exposiciones personales, entre estas una en la galería Ho Chi
Minh del Ministerio de Justicia, La Habana. Participa en la muestra
colectiva Primitivos cubanos, que itinera por varios países de Europa: Hungría, Polonia, Rusia, Rumania, Yugoslavia, Dinamarca y Checoslovaquia. 1973 Asiste a varios eventos expositivos, tanto nacionales como internacionales, entre ellos Exposición Internacional de la Pintura Realista Comprometida de los Países Socialistas en la Galería Nacional de Bellas de Sofía, Bulgaria, y Exposición de Pequeño Formato en la Galería L, La Habana. 1974 Pinta un mural sobre papel en la muestra Martí en la plástica en Galería L, La Habana. Realiza varias exposiciones personales, entre estas Jay Matamoros expone en la galería Ho Chi Minh del Ministerio de Justicia, La Habana. 1975 Expone en la biblioteca del Tribunal Supremo Popular, La Habana. 1976 Participa en la muestra 11 Pintores ingenuos de Cuba en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes de México. 1979 Realiza varias exposiciones personales. 1980 Obtiene
premio en el salón de paisaje Leopoldo Romañach, Guantánamo. Participa
en varios eventos expositivos, entre ellos Tercer Salón de Pintura
Realista, Sofía, Bulgaria, y la muestra 4 pintores primitivos en la Galería Amelia Peláez del Parque Lenin, La Habana. 1981 Participa en el Primer Salón Nacional de Pequeño Formato en el Hotel Habana Libre, La Habana. 1982 Recibe la Distinción por la Cultura Nacional que otorga el Ministerio de Cultura de la República de Cuba. Obtiene premio en el Salón Paisaje 82’ con la obra Mango. Expone Jay Matamoros en
el Centro provincial de Artes Plásticas y Diseño de La Habana. Pinta
murales en Galería L, La Habana, con motivo del ochenta Aniversario del
poeta Nacional Nicolás Guillén. 1983 Realiza la muestra Exposición de Jay Matamoros en
la galería de la Unión Nacional de Pintores, Sofía, Bulgaria. Participa
en varios eventos expositivos, entre estos el tercer salón de la Ciudad
en el Centro provincial de artes plásticas y Diseño, La Habana. Recibe
el Diploma de reconocimiento por su participación en el Encuentro de Plástica caribeña, Santiago 83’. 1984 Participa
en varias muestras colectivas, entre estas la primera Bienal de La
Habana, en el museo Nacional de Bellas artes, La Habana, y en el salón
de artes plásticas de la UNEAC, Museo Nacional de Bellas Artes, La
Habana. 1985 Participa en el proyecto Arte en la Carretera. 1986 Presenta varias obras en la Segunda Bienal de La Habana, Museo Nacional de Bellas artes, La Habana. 1987 Realiza una exposición antológica en el museo Nacional de Bellas artes, La Habana, con motivo de su setenta y cinco aniversario. 1988 Participa
en varios eventos expositivos, entre ellos el encuentro de primitivos
en el Centro de Arte de Santiago de Cuba, Cuba, y la muestra colectiva Pintores cubanos en Moscú, Rusia. 1989 Asiste a varias exposiciones colectivas tanto nacionales como internacionales, entre ellas Paisaje cubano: tradición y contemporaneidad en la Tercera Bienal de La Habana, La Habana, y Otra manera de contar, en la galería Teatro Nacional Rubén Darío, Nicaragua. 1990 Realiza varias muestras personales, entre estas Matamoros de noche, en el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño, La Habana, y Día y Noche de Ruperto Jay Matamoros en el Centro de Arte de la ciudad de Guantánamo. Obtiene premio en el salón de paisaje 90’. 1992 Expone Ya por aquí estuve en Galería L, La Habana, con motivo de su ochenta cumpleaños. 1994 Recibe la orden Félix Varela que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba. 2000 Obtiene
el Premio Nacional de Artes Plásticas que otorga el Consejo Nacional de
las Artes Plásticas. Recibe la medalla por el doscientos setenta
aniversario de la Universidad de La Habana.
Ruperto Jay Matamoros
Autorretrato
Ruperto Jay Matamoros
De un Pajaro Las Dos Alas - 2001
Ruperto Jay Matamoros
Gracias Naturaleza
Ruperto Jay Matamoros
La Ascension
Ruperto Jay Matamoros
La India del Batey
Ruperto Jay Matamoros
Paisaje
Ruperto Jay Matamoros
Palmar
Ruperto Jay Matamoros
Pidiendo la Lluvia - 2000
Ruperto Jay Matamoros
Ruperto Jay Matamoros
Donde Nacio el Autor - 1990
Ruperto Jay Matamoros
El del Jaguey - 1970
Ruperto Jay Matamoros
El Ojo del Amo Engorda al Caballo
Ruperto Jay Matamoros
En la Casa del Zanjon - 1999
Ruperto Jay Matamoros
La Flor de la Vida - 1994
Ruperto Jay Matamoros
Malecon Habanero en Verano - 1988
La Habana, 1912 - 2000 1928-1930 Cursa estudios en la Escuela de Pintura y Escultura de San Alejandro, La Habana. Fue alumna de Juan José Sicre. 1930-1932 ingresa en el Lyceum, La Habana. 1933 Participa con su obra Rita en la Exposición de autorretratos del Círculo de Bellas artes. A la caída del dictador Gerardo Machado realiza Grito, con la que obtiene gran reconocimiento nacional e internacional. 1934 realiza su primera exposición personal, Lyceum, La Habana. 1935 obtiene Premio en el i Salón nacional de Pintura y Escultura. 1936 recibe la Medalla de oro en el XIX Salón del Círculo de Bellas artes, La Habana. 1937 Comienza a trabajar como orientadora en el Estudio libre de Pintura y Escultura. 1937-1938 Participa
en exposiciones colectivas en república Dominicana, México y nueva
York, esta última para inaugurar el Rockefeller Center. 1938 obtiene
el Segundo Premio en el II Salón nacional de Pintura y Escultura. Se
desempeña como Secretaria Ejecutiva del instituto nacional de artes
Plásticas. 1939 Viaja a Estados Unidos como comisaria de una muestra colectiva de arte latinoamericano, y exhibe Figura trunca y Mujer sentada. logra incluir obras suyas en la Sala Permanente de Pintura y Escultura del Estado por sus premios en exposiciones nacionales. 1940 obtiene el Primer Premio en el Congreso Panamericano de arquitectos. 1940-1945 Concibe esculturas y ambientaciones para jardines y residencias privadas. 1943 Emplaza Santa Rita de Casia en la iglesia homónima. 1944 Emplaza Bonus Pastor en el Seminario del Buen Pastor. Realiza su segunda exposición personal en el Lyceum habanero. 1945 Obtiene
el Primer Premio en el Concurso para Monumento al Soldado de las
guerras de independencia y el Segundo en el Salón de Primavera. Emplaza Cáncer en la liga contra el Cáncer (actual Hospital oncológico de Ciudad de La Habana). 1946 Participa en una exposición colectiva en la URSS. 1947 Emplaza Fuente de los Mártires en el parque de Cárcel y Prado, La Habana. Emplaza Grupo familiar en el Jardín Zoológico de La Habana. 1948 Emplaza Virgen del Camino en el parque homónimo. Viaja a Europa occidental. 1949 Emplaza Torso en
la Escuela de arquitectura de la Universidad de La Habana. Recibe la
Medalla de oro en el VII Congreso Panamericano de arquitectura. 1950 Emplaza Ballerina en el cabaret Tropicana, La Habana. Ingresa a la academia de artes y letras, La Habana. Emplaza Ilusión y Musas en el cine-teatro Payret, La Habana. 1951 obtiene el Premio Gold Medal Exhibition de la Architectural League of New York por su obra Cáncer. Es nombrada Miembro de la academia de San Fernando de Madrid. 1951-1956 Realiza varios viajes a México. 1952 Emplaza Progreso en el Banco Continental, y La Fuente de las virtudes en el Hospital Provincial de Santa Clara. 1953 Emplaza Forma, Espacio y Luz en el Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana. 1959 Se
desempeña como Secretaria Ejecutiva del Patronato de Bellas Artes y
Escultura del Ministerio de Obras Públicas, y como directora del taller
de Cerámica Guamá. Emplaza Muerte del cisne en los jardines del teatro nacional de Cuba, La Habana. 1961 Se
desempeña como directora de la Escuela de Capacitación para jóvenes de
la Ciénaga de Zapata, Matanzas, Cuba. Es Miembro fundador de la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba y de su Comité Nacional. 1962-1964 Dirige
el taller de la Aldea Taína, que produjo y emplazó veinticinco figuras
en el centro turístico Guamá, Laguna del Tesoro, Matanzas, Cuba. 1963 Viaja a Chile. 1964 Radica en Nueva York con su esposo en una misión diplomática. 1968 Preside
la Comisión de Escultura en el Segundo Simposio contra el genocidio
Yanqui en Vietnam. Forma parte de la Dirección nacional del Comité
Cubano de Solidaridad con Vietnam, laos y Cambodia. Recibe la Orden
Nacional 30 años de Servicio del Sindicato Nacional de Trabajadores de
Artes y Espectáculos. 1969 Participa en la exposición colectiva Cinco Escultores Cubanos, que itinera por la URSS, Polonia, Checoslovaquia, Hungría y Rumanía. Emplaza Solidaridad y Muro escultórico en la comunidad Bentre de Bauta, La Habana, y Mariposa, en el Instituto Pedagógico de La Habana. 1972 Emplaza Memorial Marcelo Salado en
la escuela de natación del mismo nombre. Participa en el Tercer
Simposio contra el genocidio Yanqui en Vietnam y su expansión a Laos y
Cambodia. 1973 Emplaza Martí, autor intelectual del Moncada y Bosque de los Héroes en Santiago de Cuba. 1975 Recibe
la Orden Raúl Gómez García del Sindicato de la Cultura, la Medalla XX
Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, la orden 15 años del Consejo
Nacional de Cultura y la Medalla Ho Chi Minh. 1976 Es elegida Presidenta de la Subsección de Escultura de la Unión de Escritores y artistas de Cuba. 1977 Inaugura el Museo Taller de Escultura de Pequeño Formato en Las Tunas y emplaza La Fuente de las Antillas en dicha provincia. 1979 Emplaza Majagua X en la Embajada de Cuba en la UNESCO. 1980 Preside
la Comisión de Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental
(CODEMA). Integra el grupo de asesores de la Organización de Solidaridad
con los Países de Asia, África y América Latina (OSPAAAL). 1981 Es declarada Miembro de Honor del Grupo Antillano. Recibe la orden por la Cultura Nacional del Ministerio de Cultura. 1982 Recibe
la Medalla Alejo Carpentier del Consejo de Estado de la República de
Cuba y la Medalla de la Amistad en la Embajada de Vietnam. Emplaza El Gallo de Morón en
la provincia de Ciego de Ávila. Realiza numerosas exposiciones en
homenaje a sus setenta años de vida y medio siglo de trabajo creador. 1985 Bajo
su dirección, la Comisión de Desarrollo de la Escultura Monumentaria y
Ambiental se convierte en el Consejo asesor de la Escultura Monumentaria
y Ambiental. Emplaza Martí en el Banco Popular de Ahorro de La Habana. 1986 Es invitada de Honor a la Segunda Bienal de La Habana. 1987 Se
desempeña como directora del Centro de Diseño Ambiental del Fondo
Cubano de Bienes Culturales. Concibe y realiza un proyecto en tubos de
bronce para el vestíbulo del Complejo Sanatorial y de Descanso de Topes
de Collantes, Sancti Spíritus. Emplaza Arabesque en la sede del Ballet de Camagüey. 1989 Emplaza Gema en el Parque de la amistad, Belgrado, Yugoslavia. 1991 Emplaza Monumento a Martí en Oleiros, la Coruña, España. 1994 Realiza señalización de la Ruta Martiana de Playitas a Dos ríos. 1995 Obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas. Emplaza a la entrada de Matanzas la escultura Leyenda de Canimao. 1996 Recibe la orden Félix Varela. 1997 Recibe
el título Doctor Honoris Causa en el Instituto Superior de Arte y en la
Universidad de La Habana. Se le otorga el título Profesor de Mérito en
la Escuela de Artes Plásticas de Las Tunas. Emplaza Clepsydraen el Hotel Habana libre, La Habana. 1999 Emplaza Resurrección en la sede del Banco Financiero Internacional, La Habana. 2000 Realiza Mujer sentada, su última obra.
Rita Longa
CONJUNTO ESCULTÓRICO DE RITA LONGA EN LA COMUNIDAD BENTRÉ EN BAUTA, OBRA DE 1969
El arte de Cambio de Siglo en Cuba, está considerado como aquel que
encierra la producción plástica operada aproximadamente entre 1897 y
1927. Producción de disímiles estéticas e influencias, pero con el
denominador común de estar apegada aún a patrones académicos, tiene
características particulares en nuestro país.
Conformada por una generación que se forma con un programa de
enseñanza académico renovado, luego de asumir la dirección de la
Academia de San Alejandro el primer director de origen cubano, Miguel
Melero; y con un completamiento de estudios en academias europeas,
fundamentalmente en Italia, Francia y en especial España –sin descartar
las estancias en centros como Nueva York–, esta pléyade de artistas
pondrá todos los valores plásticos aprehendidos en sus pupilas y en las
técnicas de sus pinceles, al servicio del empeño de demostrar el valor
del arte y la cultura, como parte de la nacionalidad que recién se había
defendido en los campos insurrectos y en las lidias constitucionales.
Miguel Melero, Pintor y Escultor Cubano
La Exposición Nacional de 1911, celebrada en la Quinta de los
Molinos; las diversas asociaciones, salones y proyectos culturales que
se gestan en los primeros años de la República, y de los que participa
la plástica del momento, serán una constante exaltación a la cubanía. En
este marco surge una crítica que propicia los debates sobre el arte
nuevo y el arte viejo, y para la segunda década del siglo XX se
convertirá en demanda de nuevos temas y nuevos valores plásticos, para
la generación de vanguardia que se forma bajo el magisterio de los
artistas del Cambio de Siglo.
Fuente en La Quinta de los Molinos, pintada por Amelia Pelaez.
Integrada por grandes figuras como Armando G. Menocal y Leopoldo
Romañach, maestros de larga trayectoria en la enseñanza de las artes
plásticas; pintores con la integridad de un Antonio Rodríguez Morey que
estuvo al frente del Museo Nacional desde 1918 hasta 1967; precursores
como Rafael Blanco y Conrado Massaguer; paisajistas de la talla de
Domingo Ramos, y otros, que asumieron en no pocas ocasiones las cátedras
y la dirección de la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, esta
generación, a veces olvidada, otras vilipendiada por su academicismo, ha
encontrado finalmente su lugar propio en la historia del arte cubano.
Invitamos al internauta a visitar a los maestros del Cambio de Siglo, guiados por las reflexiones de Jorge Mañach, publicadas en 1927: “La Pintura y la Escultura en Cuba desde 1902”, por la revista Social.
Jorge Manach
LA PINTURA Y LA ESCULTURA EN CUBA DESDE 1902
POR: Jorge Mañach
Con haber sido una de las manifestaciones más prósperas de la
cultura de Cuba desde que ésta es República, la pintura no ha ido más
allá de una prometedora incipiencia. Ni presenta su desenvolvimiento,
por consiguiente, aquellos ritmos y sectores naturales, aquellas
espontáneas agrupaciones de orientación o de escuela, que tanto ordenan
la ojeada a más amplios y cultivados panoramas. El desenvolvimiento
pictórico en Cuba es un agregado aritmético de nombres, exento aun de
geometría histórica.
No es posible, sin embargo, dentro de la economía de un mero
artículo, abundar en la estimación de todos los aportes individuales que
integran esa ejecutoria. Sobre confuso y prolijo, el intento resultaría
particularmente baldío para los lectores a quienes se destina esta
reseña. Llevando en cuenta, pues, ambas limitaciones, ensayemos una
bisectriz entre la arbitrariedad de una síntesis abstracta y la
prolijidad de una relación nominal.
Durante los veinticinco años, ahora cumplidos, de vida republicana,
cubre la pintura en Cuba tres etapas vagamente deslindadas: un período
primerizo, usufructuario del legado colonial, en que toda la
preocupación artística se reduce a la faena de dos o tres pintores
finiseculares del tipo naturalista y anecdótico; un segundo período de
repercusiones innovadoras y eclécticas, en que las oportunidades
republicanas dan sus primeras cosechas –casi todas de simiente
impresionista-, y una época, la actual, de inquietudes modernizantes, en
que no faltan temperamentos seriamente disciplinados y de riquísima
promesa.
Armando Menocal
Se comprenderá que España no había podido hacer mucho por despertar
en Cuba el gusto de las Bellas Artes. En el primitivo ambiente insular,
otros menesteres educativos de mayor urgencia absorbieron la atención de
la Metrópoli, aun antes de que los esfuerzos de emancipación suscitasen
su alarma. Existía, no obstante, desde el año 1818 una Academia de
Pintura Escultura que se llamó de San Alejandro, en reconocimiento a su
patrocinador, el intendente D. Alejandro Ramírez. De esta escuela, con
cuya historia se vincula estrechamente, desde hace más de un siglo, el
desenvolvimiento de las artes plásticas en Cuba, salió a fines del XIX
una hornada de pintores excepcionalmente dotados. Dos de ellos se
malograron en el extranjero: José Arburu y Morell y Miguel Ángel Melero.
Otros dos vivieron para ser los maestros iniciales de la época
republicana: Leopoldo Romañach y Armando Menocal.
Leopoldo Romanach
Al advenimiento de la República, fueron éstos llamados a desempeñar
sendas cátedras en la Academia de San Alejandro, y a su esfuerzo
inspirador y docente –al de Romañach, sobre todo- se debe en gran medida
la intensificación de la disciplina académica y la profesionalización
de las vocaciones artísticas en Cuba, “tierra del sol amada”, generosa
como el Levante español, en sensibilidades pictóricas.
Los artistas citados predicaron, no sin elocuencia, con el propio
ejemplo. Leopoldo Romañach –a quien toda juventud artística en Cuba
tiene hoy por su más venerable maestro- ha sido un pintor
distinguidísimo. Su cuadro “La Convaleciente” , de novelescas
vicisitudes, fue (porque ya no existe) uno de los trozos más honrados de
pintura que se hayan hecho en Cuba. Estas y otras obras de Romañach
recibieron premios en varias exposiciones extranjeras, señaladamente en
la internacional de San Luis (1904), donde se le otorgó al pintor cubano
una medalla de oro al mismo tiempo que a Sorolla, por su lienzo “Otra
Margarita”. De formación italiana, la pintura anecdótica, sentimental y
pintoresca de Romañach, con su factura sabia –y hasta erudita- en los
trucos de taller, ha creado escuela entre nosotros. Para bien y para
mal, como puede colegirse. Si inició el noviciado cubano en los secretos
tradicionales de la técnica descriptiva, también es cierto que legó a
esa juventud un estilo, una manera de la cual ha venido liberándose no
sin bravo esfuerzo.
Armando Menocal, José Joaquín Tejada y algún otro, fueron pintores
menos destacados que Romañach, pero igualmente fieles a sus gustos mozos
–la flaca herencia del historicismo español, del anecdotismo italiano y
francés.
En 1905 ya comienza a acusarse un deseo de novedad en Cuba. La
Exposición de pintura francesa (Jean Paul Laurens, Rafaelli, La Touche,
Chabas), que se celebraba aquel año en el Ateneo de La Habana, sacude
los espíritus. Correspondiendo a un desperezamiento general de la
cultura, entumecida por el utilitarismo y el regodeo político de la tras
guerra, se inicia un período de inquietud, de curiosidad y de
militancias estéticas. Ofrécense las primeras Exposiciones de artistas
cubanos. Surgen el cartel y el humorismo gráfico. Las corporaciones
celebran concursos de estímulo, y el Estado y los Municipios empiezan a
conceder becas y pensiones para facilitar a la inspiración joven el
aprendizaje extranjero.
Esteban Valderrama
Los envíos de estos pensionados primero y su doméstica cosecha
después forman el grueso de la ejecutoria artística durante el nuevo
período. Esteban Valderrama es, acaso el primero de los pintores de la
nueva generación que se destaca con relieve parejo al de los maestros
finiseculares. Su arte representa la transición entre el concepto
académico, formulista y penumbroso, y las nuevas vislumbres del
impresionismo, atisbadas en Francia. Su contemporáneo Manuel Vega –cuyo
lienzo Caravana de ciegos llamó poderosamente la atención en la reciente
Exposición de Los Ángeles- expresa un agudo instinto realista, una
sensibilidad educada en los clásicos y adicta a los más sobrios e
intensos aspectos de las cosas. Incidentalmente estos dos pintores
jóvenes representan las dos tendencias cuya fusión va a introducir, como
enseguida veremos, cierta peculiaridad en la pintura cubana posterior.
Domingo Ramos
La manera impresionista, que por su índole y origen tiene especiales
afinidades con el paisaje, halla brillante expresión en la obra de
Domingo Ramos, al más notable de nuestros paisajistas ya cuajados.
Aquella escuela de vibraciones, de alardes luminosos, de audaces
análisis cromáticos, seduce la retina tropical. Se piensa un momento que
va a ser el imperativo pictórico de la Tierra. Un viejo cronista
informa que, ya a comienzos del pasado siglo, los ricos cubanos, cuando
encargaban un retrato, lo querían “sin sombras; es decir, sin
claroscuro”. Esta preferencia simplista la comparten también, menos
elementalmente, los propios pintores. Hijos de una tierra de luz, se
inclinan hacia aquella modalidad pictórica que más esplendores comporte.
(la peregrina teoría de que la luminosidad en la pintura se manifiesta
en proporción inversa a la del ambiente físico, aun no ha merecido una
aceptación concluyente). Y así, cuando comienza a adquirir alguna
insurgencia nuestro arte, cuando los pintores cubanos se dan primera
cuenta de que cada uno de ellos es su venero único de originalidad,
ceden al instinto de luminosidad y se afilian, en la forma al menos, al
credo impresionista que les trasciende, ya bastante trasnochado, de los
talleres de París y de Madrid.
En la forma, al menos, digo, porque el fondo de inspiración ya es
otra cosa. Artistas de estirpe hispánica más o menos pura, sienten en la
fibra los dictados realistas del temperamento racial, o de sus
contagios, y se interesan, como los pintores del solar, en los aspectos
graves y dramáticos de la vida. Pintarán, sí, con gayos y festivos
colores; pero su mensaje estético, su actitud hacia los asuntos
representados serán de una “seriedad” castellana. Claro es que esa
intención, ese afán tras el carácter, no se revelan todavía de una
manera ni ponderada ni enfática. Es una simple predilección natural.
Pero la tendencia me parece manifiesta, y en esa dualidad, en ese
contraste del fondo sombrío y grave con las formas esplendentes y ágiles
del impresionismo y de sus derivados, es donde creo advertir la primera
orientación espontánea de nuestros pintores jóvenes más representativos
–Manuel Mantilla, Ramón Loy, Eduardo Abela y otros de más en agraz.
Ya digo, sin embargo, que es esa una tendencia primeriza. Añadiré
que tampoco es única ni exclusiva. La novedad, la moda, ejercen también
su tentación sobre estos curiosos cisatlánticos(sic). Los mismos
pintores adictos a ese impresionismo realista –gente joven ávida de ir
con su tiempo- han evolucionado posteriormente, por las más sinuosas
rutas, hacia las nuevas especulaciones y experimentos. Otros en quienes
–tal vez por defecto de brío original- nunca se manifestó netamente
aquella dualidad, se han mantenido vagamente fieles a un realismo a la
vez formal y de fondo, a un simple verismo descriptivo. Predomina
todavía en ellas el empeño de representar directamente el natural, sin
buscarle demasiadas implicaciones psicológicas o espirituales.
La actividad artística que esos dos grupos sustentan, débele
inestimables auspicios y estímulos a la Asociación de Pintores y
Escultores, institución meritísima que se fundó en 1915 y que ha sido
desde entonces, con la aludida Academia de San Alejandro, “pioneer” del
movimiento artístico en Cuba. La escasa protección oficial ha obligado a
los artistas cubanos a depender de su propio ahínco para la formación
de ambiente en una atmósfera espesa de utilitarismo y de política.
Pues bien; fue la Asociación de Pintores y Escultores donde se dio, a
fines de 1924, la voz de alerta a las nuevas tendencias pictóricas ya
cuajadas en el extranjero. Una Exposición de la artista árabe de
Montparnasse, Radda –en quien André Salmon y otros estetas franceses de
vanguardia acababan de descubrir una poderosa visión “surréaliste” -,
viene a ser nuestro saludable escándalo cezannesco. Los postulados de la
nueva estética –expuestos por quien esto escribe-, se acogen con
tónicos vituperios. Pero queda la simiente. Desde entonces,
sensibilidades nuevas, en el arte y la crítica, van contagiando a la
juventud artística la curiosidad receptiva de los nuevos modos y
maneras.
Publicado por Galeria Cubarte
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