ARISTIDES FERNANDEZ. HACER DE LUZ EN PENUMBRAS.
Por: Armando Araya García.
Aristides Fernandez |
Nacido en Güines, el 20 de julio de 1904, apenas dos años después que la República, Arístides pertenece a esa primera generación de crecer coincidente, que es adolescente junto con el país en el estreno de nacionalidad, forma nueva, con recíproca influencia.
Tiene once años cuando su familia se establece en La Habana de 1915, en que bulle novedad. La temprana curiosidad por la pintura le lleva a tomar cursos de dibujo y a la Academia San Alejandro en 1925, con apoyo de Manuel García, un talentuoso joven con algunos años más, que sería Víctor Manuel, en la pintura, poco después.
Para Arístides, en ocurencia común con los pintores de su generación, que violentando moldes académicos y la reproducción de lo europeo, buscaron gestos pictóricos de nueva expresión alejados de la imposición académica, resultan limitantes los marcos y deviene autodidacta.
Brega con sus pinceles tras las formas que desea, detiene brillantez a los colores, les brinda destellos, pero ensaya atenuarlos en una opocidad lucida inconforme, deshace una y otra vez sus obras que estudia y espera llegar a respuesta por la sorpresa de lo encontrado.
La búsqueda y la sensación de inconcluso devienen valores en la obra de Arístides Fernández, inquieta la contemplación haciendo paso a lo activo, sugerente desde la niebla pictorial de un genio sin concretar, que apenas salido de frotar aladino se suspende, se ofrece en entrecejo de aire y forma de su época, sin fijarze. Entonces, a ese equilibrio en la impesantez de sus pinturas, nos añade la entrega de sus cuentos, con tal vivacidad de imágenes que parecen pintados. Diecisiete narraciones nos deja, donde la historia se dibuja en la lectura.
Lo esencial no es mostrado como evidencia en sus obras, tras la dermis respira el aliento de luz que Arístides puso en ellas, culpable quizás, en parte, esa característica, de la necesidad de redescubrimiento póstumo para reconocer lo legado en su corto andar, que se apaga a los 30 años, de los cuales, sabiendo próximo el fin, dedica sus últimos seis meses a una actividad creadora que nos ofrece, en numerosos lienzos y bocetos, lo más relevante de su obra.
El artista y sus creaciones son tenidos en injusta oscuridad por desaciertos de críticos y especialistas y las derivas en sombras de la cultura, desinteresados por los orígenes a que corresponden las tranformaciones estéticas y el sentido del enunciamiento ético en la obra de Arístides Fernández, uno de los más significativos exponentes del arte cubano.
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